Laura Bush, esposa del ex presidente de los Estados Unidos, George Bush. | Efe

TW
0

La angustia por su responsabilidad en la muerte de un compañero de escuela y un posible envenenamiento en Alemania son algunas de las revelaciones de la ex primera dama de EEUU, Laura Bush, en sus memorias, «Spoken From the Heart» ("Dicho de todo corazón").

El libro de la esposa del ex presidente George W. Bush sale a la venta el próximo día 4 pero ya se han publicado algunos extractos, que combinan momentos de intriga internacional, anécdotas frívolas y revelaciones descarnadas sobre sus sentimientos.

Así, describe cómo en 2007 en Alemania, mientras se celebraba la cumbre anual del G8, el Servicio Secreto sospechó un posible caso de envenenamiento contra Bush, la primera dama y su comitiva presidencial.

«Yo apenas podía estar de pie... A lo largo del día siguiente, una docena de miembros de nuestra delegación también se sintieron mal, incluso George, que se sintió mareado durante una reunión con su personal».

El Servicio Secreto temió «que los terroristas hubieran conseguido hacerse con alguna sustancia peligrosa y la hubieran colocado en nuestro hotel».

Qué fue lo que verdaderamente ocurrió nunca llegó a aclararse. «La conclusión más concreta a la que los médicos pudieron llegar fue que contrajimos un virus que ataca un nervio cerca del oído interno y que es común en Heiligendamm», la localidad donde se celebraba la cumbre, precisa la ex primera dama.

Laura Bush revela también momentos absurdos de su vida como primera dama. Así, durante una visita a la Casa Blanca, el príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra, y su esposa, Camilla, pidieron vasos con hielo antes de comenzar a saludar en una recepción.

«El príncipe sacó una petaca del bolsillo y echó en cada vaso lo que supongo que debía ser ginebra pura, para animarse antes del momento de empezar a estrechar manos», comenta.

Pero, junto a estos episodios frívolos, Laura Bush utiliza sus memorias para sincerarse sobre uno de los momentos más trágicos de su vida y uno sobre el que hasta ahora se había resistido a hablar en público.

Se trata del accidente de tráfico que sufrió cuando tenía 17 años y se saltó una señal de stop mientras conducía el automóvil de su padre, en 1963. Como resultado, chocó contra el vehículo que conducía un compañero de escuela, Mike Douglas, que murió a consecuencia del impacto.

«En esos segundos horribles, la puerta del automóvil debió quedarse abierta por el golpe y yo salí proyectada al aire hasta que la fuerza de gravedad se impuso y caí, rápida y duramente, al suelo».

«Todo el tiempo rezaba para que la persona en el otro automóvil estuviera viva. No hacía más que pensar 'por favor Dios mío, por favor Dios mío, por favor Dios mío» una y otra vez», explica.

Laura Bush admite que iba distraída hablando con una amiga que le acompañaba en el momento del impacto, pero también alega que la carretera estaba muy oscura, la intersección era muy peligrosa, la señal de stop tenía un tamaño reducido y el modelo del otro vehículo con el tiempo se hizo célebre por su peligrosidad.

«Pero nada de eso haría más suave la noche del 6 de noviembre. No para mí y jamás para la familia Douglas», explica.

La ex primera dama revela que durante años se sintió culpable, un sentimiento al que contribuyó el hecho de que no acudiera al funeral de su compañero o se pusiera en contacto con los padres del muchacho.

«Ese noviembre perdí la fe durante muchos, muchos años», admite Laura Bush.

«Fue la primera vez que le supliqué algo a Dios, no un simple deseo de niña, sino que le imploré humildemente en favor de otra vida humana. Pero es como si nadie hubiera escuchado. En mi mente de 17 años, mi súplica no había servido para nada. La única respuesta fueron los sollozos de la señora Douglas al otro lado de la cortina en la sala de emergencias», agrega la ex primera dama.

El libro sirve de anticipo al volumen que publicará George W. Bush el próximo 9 de noviembre, con el título «Decision Points» ("Momentos Decisivos") y en el que el presidente número 43 de EEUU promete explicar «con franqueza» su decisión de invadir Irak, su reacción a los atentados del 11 de septiembre de 2001 o el huracán Katrina.