Fotografía de archivo de Nancy Reagan arriving en Washington.

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Nancy Reagan, esposa y compañera inseparable del expresidente Ronald Reagan hasta su muerte en 2004, falleció este domingo a los 94 años, con lo que desaparece una figura fundamental de la historia reciente de Estados Unidos.

El fallecimiento de la ex primera dama, que al igual que su marido también se había dedicado previamente a la interpretación, se produjo en su residencia de Los Ángeles (California) a causa de un fallo cardíaco, como confirmó la Fundación Reagan.

Nancy, cuyo nombre de soltera era Anne Frances Robbins, se casó en 1952 con Ronald Reagan y fue la primera dama del país entre 1981 y 1989, una época en la que se convirtió en una figura pública de primer orden, dando un especial protagonismo a ese puesto.

«Nancy Reagan era uno de mis héroes. Sirvió como primera dama con un poder, gracia y clase increíbles, y dejó su huella en el mundo», escribió en su cuenta de la red social Twitter el exgobernador de California y también actor Arnold Schwarzenegger.

Nacida en la ciudad de Nueva York el 6 de julio de 1921, al quedar viuda se convirtió en una apasionada defensora de la investigación con células madres, debido a que su marido, que falleció el 5 de junio de 2004 de una pulmonía, llevaba años sufriendo la enfermedad de Alzheimer.

Pese a sus continuas peticiones a los mandatarios que sucedieron al republicano Reagan, no fue hasta el primer mandato presidencial del demócrata Barack Obama cuando se levantaron en Estados Unidos las restricciones a la financiación pública de las investigaciones con células madre.

Durante los dos mandatos presidenciales de Ronald Reagan, Nancy se dedicó activamente a la lucha contra las adicciones desde su puesto de primera dama, convirtiéndose en uno de los principales portavoces de la campaña «Solo di no» a la droga y el alcohol.

Pero por lo que es más recordada es por haber sido la compañera inseparable, confidente y aliada de Ronald Reagan, y por convertirse desde entonces en el paradigma y ejemplo de lo que se esperaba de una esposa del presidente de Estados Unidos.

«Cada vez que ella estaba en la habitación, él estaba mejor, y cada vez que estaba él, ella también estaba mejor», declaró a la cadena NBC el que fuera jefe de gabinete de la Presidencia de Reagan, Ken Duberstein, que calificó el día de «muy triste».

«Aportó un sentido de clase, dignidad y elegancia (a la Casa Blanca) que todo el mundo admiró», agregó Duberstein.

En una entrevista ofrecida en 1998 a la revista Vanity Fair, Nancy aseguró que su vida «comenzó» cuando conoció a Ronald.

«Ha regresado junto al hombre que amó», escribió en su cuenta de la red social Facebook su hijastro, Michael Reagan.

La también ex primera dama Barbara Bush emitió un comunicado en el que destacó que Nancy estaba «totalmente dedicada» a su marido, y que «reconforta saber que se han reunido de nuevo».

«La señora Reagan va a ser enterrada en la Biblioteca Presidencial Ronald Reagan, en Simi Valley (California), junto a su marido», anunció Joanne Drake, portavoz de esa institución, que indicó que se va a permitir a la gente darle un último adiós.

Su tiempo en la Casa Blanca también estuvo marcado por el intento de asesinato que sufrió su marido en 1981, cuando recibió un disparo en la axila, y por la batalla contra el cáncer de pecho que ella misma tuvo que afrontar y que le fue diagnosticado en 1987.

«(Fue) la esposa de un gran presidente, una mujer increíble. Se le va a echar de menos», escribió en su cuenta de Twitter el aspirante republicano a la Casa Blanca Donald Trump, mientras que su más cercano rival, el senador por Texas Ted Cruz, destacó su «profunda pasión por esta nación» y su amor por su esposo.

A la muerte de su marido, Nancy Reagan dedicó gran parte de su esfuerzo por mantener vivo el legado del hombre con quien estuvo casada 52 años, a través de la Fundación y Biblioteca Ronald Reagan.

«Su contribución al éxito de la Presidencia de su marido nunca se valorará lo suficiente», aseguró el presidente del Consejo Directivo de la Fundación y editor de The Washington Post Frederick Ryan.