El papa Francisco dice que la Iglesia actuará ante los abusadores. | Efe - GIUSEPPE LAMI

TW
1

El papa Francisco ha asegurado este domingo que la Iglesia «no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido abusos de tipo sexual» y que «nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso».

Así lo ha expresado en su discurso final tras la cumbre histórica celebrada en el Vaticano ante 190 representantes de la jerarquía de la Iglesia católica para abordar la lacra de los abusos a menores por parte del clérigos.

El Papa ha dictado ocho directrices para que la Iglesia católica erradique los abusos sexuales, entre las que se encuentra la obligación de poner en práctica una «seriedad impecable» en la gestión de los abusos sexuales. «Deseo reiterar ahora que la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes», ha señalado.

Con estos ocho parámetros Francisco persigue, según ha explicado, hacer frente al problema evitando los dos extremos de un «justicialismo» provocado por el sentido de culpa por los errores pasados y de la «presión del mundo». Al mismo tiempo pide, dejar de lado «todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas» que a menudo «instrumentalizan, por intereses varios, los mismos dramas vividos por los pequeños».

Por ello, ha subrayado que el objetivo de la Iglesia será «escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren», aunque no ha enmarcado estos crímenes solo a un ámbito eclesiástico, sino que ha pedido la ayuda de «todas las autoridades y de todas las personas» para «extirpar de la faz de la tierra» estos crímenes «abominables».

«Ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar esta brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y eclesial», ha dicho.

Sin embargo, Francisco ha subrayado que si bien este es «un problema universal y transversal que desgraciadamente se verifica en casi todas partes, eso no «disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia».

«La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más escandalosa en a Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética. El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de satanás», ha asegurado.