Imagen histórica de finales del siglo XX. La caída del bloque soviético ha provocado tensiones entre los sectores partidarios de la llamada Gran Rusia y los proclives a un acercamiento a Occidente. | Efe

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Rusia no es un actor cualquiera dentro del panorama internacional. Cuenta con más de 144 millones de habitantes y es también el estado más extenso del planeta. Por ello mantiene fronteras con países en dos continentes distintos y sus ríos desembocan en dos océanos. También es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, una de las cinco superpotencias cuyas opiniones y necesidades pueden vetar cualquier pronunciamiento del máximo órgano mundial, que tiene por objeto mantener la paz y la seguridad internacionales. Con respecto a la crisis en Ucrania ha cobrado relevancia una vieja promesa que algunos recuerdan. Un compromiso incumplido que se remonta a los tiempos de Mijaíl Gorbachov y que determinados círculos en Moscú esgrimen desde hace tiempo como argumento que empara sus actos.

En política internacional la escenificación es muy importante. Lo dicen algunos de los analistas que ven pocas probabilidades de que se dé como tal una acción bélica en suelo ucraniano a gran escala. La senda que Vladímir Putin ha decidido transitar se puede interpretar como una demostración de fuerza en una región convulsa. Algunos animales muestran las garras cuando se sienten amenazados. ¿Cuál es esa supuesta promesa realizada por Occidente en los tiempos de la disolución de la URSS?

Durante buena parte del siglo XX se desarrolló la llamada guerra fría entre los bloques antagónicos que resultaron de la convulsión de la Segunda Guerra Mundial. En este proceso tanto Washington como Moscú alinearon a su alrededor a otros agentes colaboradores. Si Estados Unidos orquestó la OTAN, Rusia articuló el Pacto de Varsovia, una alianza militar con los estados satélites del este de Europa, entre otros aliados repartidos por África, América y Asia. Cuando la URSS emprendió su último camino, con Gorbachov como jefe de Estado, Occidente le prometió que no habría ampliación de la OTAN hacia el este. No hablamos de Ucrania, cuya frontera se encuentra a 160 km. de San Petersburgo. Incluso la parte comunista alemana debía quedar fuera del ámbito del Tratado Atlántico Norte. Hoy sabemos que la Alemania reunificada es un socio principal de América en el tablero global.

Eso es al menos lo que mantienen muchos años después de todo aquello algunas versiones rusas. Ahora, cuando Ucrania insiste en su voluntad de ingresar en la OTAN, Rusia responde con un sonoro golpe encima de la mesa. ¿Es lícito querer evitar que la máxima potencia internacional instale bases y todo el arsenal armamentístico que desee a un puñado de decenas de millas del territorio nacional? Cuando Cuba montó baterías de misiles soviéticos en pleno Caribe a Estados Unidos no le pareció bien, y de hecho esos sistemas militares se desmantelaron.

En la crisis entre Rusia y Ucrania, que ha puesto en jaque a toda la diplomacia internacional incluida la española, pesa todavía otro argumento más: el identitario. Los nacionalismos mal profesados a veces comportan consecuencias como esta. Otra espina que el alma rusa tiene clavada bien adentro es la ruptura de la integridad nacional, mientras el sueño de la Gran Rusia pervive en la mente colectiva e incluso cobra fuerza tras acontecimientos como la anexión de la península de Crimea en 2014. Es una evidencia que parte de Ucrania todavía hoy es étnica, cultural y lingüísticamente rusa. Ello confronta de forma directa con las corrientes proeuropeas que buscan que entre aire nuevo en Ucrania.

Sin embargo el panorama no se antoja amable. Moscú está a la espera de una garantía por escrito de que Ucrania jamás va a ser parte de la OTAN, garantía que por otra parte la coalición internacional liderada por Estados Unidos no parece por la labor de conceder. Cuando Putin tenga encima de la mesa la respuesta es posible que se precipiten los acontecimientos. Puede que no en clave de operaciones militares.

Según los expertos, Moscú podría tomar la iniciativa en los despachos y reconocer territorios ucranianos actualmente en disputa como hizo en su día en Osetia del Sur y Abjazia, independizadas unilateralmente de Georgia con el innegable apoyo ruso y a la que nadie en el plano internacional reconoce salvo ellos, las republicas de Nicaragua y Venezuela y un par castellano de estados insulares como Vanuatu. Los georgianos, antiguamente otro estado del antiguo cinturón soviético, son uno de los aspirantes a la adhesión a la OTAN junto a Bosnia-Herzegovina, y la antigua República Yugoslava de Macedonia. Con los próximos acontecimientos será posible vislumbrar si Ucrania está más cerca de Occidente o de una reintegración de facto en la esfera rusa.