Funeral de la autora Victoria Amelina. | Reuters - ALINA SMUTKO

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Familiares, amigos, lectores, artistas y activistas de la sociedad civil que la conocieron y trabajaron con ella despidieron este martes en el Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas de Kiev a la escritora ucraniana Victoria Amelina, que murió este sábado a causa de las heridas sufridas en un ataque ruso contra Kramatorsk.

Bajo el sol de mediodía y en uno de los templos de más solera de la capital ucraniana, Amelina recibió el penúltimo adiós con una misa fúnebre que se repetirá este miércoles en su Leópolis natal antes de que sea enterrada en el cementerio de Lichakivski de esa misma ciudad.

«Hizo mucho por el Donbás; contribuyó a que la cultura ucraniana no olvidara esta región que Rusia invadió por primera vez en 2014», dice a EFE una joven que se identifica como «una simple lectora» de Amelina, en referencia a la declaración, por parte de milicias apoyadas por Moscú, de dos repúblicas de facto separadas de Ucrania. Amelina fundó en 2021 el Festival de Literatura de New York, una localidad situada cerca de Bajmut y de Donetsk, ya entonces ocupada por los prorrusos, que lleva el nombre de la gran metrópolis americana.

Iniciativas como ésta contribuyeron a mantener viva la cultura en las zonas cercanas al frente abierto por la rebelión prorrusa en 2014 en el este de Ucrania.

Además de activista cultural y escritora premiada internacionalmente y traducida este año al español con su libro «Un hogar para Dom», Amelina se había dedicado, desde el comienzo de la invasión a gran escala rusa en febrero del año pasado, a documentar los crímenes de guerra de las fuerzas ocupantes que acabaron matándola.

Fue esta faceta la que le llevó a establecer contacto con el que fuera Alto Comisionado para la Paz de Colombia Sergio Jaramillo y con el escritor y la periodista colombianos Héctor Abad y Catalina Gómez, a los que acompañó a la región de Donetsk en el viaje en el que acabó encontrando la muerte para enseñarles sobre el terreno los crímenes rusos. Jaramillo, Abad y Gómez compartían mesa en la popular pizzería Ría de la ciudad de Kramatorsk (Donetsk) cuando un misil ruso impactó el pasado martes en el establecimiento.

Los tres acompañantes colombianos de la escritora sobrevivieron al ataque que mató a Amelina y a otras doce personas. Visiblemente afectada por la muerte de la escritora, Catalina Gómez participó en el funeral celebrado en Kiev y recibió el apoyo de sus compañeros de profesión que cubren la guerra con ella.

«Victoria Amelina fue un puente con América Latina», dijo a EFE sobre los contactos de la escritora con estas personalidades colombianas la periodista ucraniana Zhanna Chuchman, que ha vivido durante años en Argentina y trabaja también para hacer llegar la realidad de Ucrania a los países del continente de habla portuguesa e hispana.

Chuchman tenía muchos amigos en común con Victoria Amelina, con la que habló por primera vez a finales de junio durante la feria del libro Arsenal de Kiev, en la que Jaramillo y Abad dieron a conocer al público ucraniano su iniciativa de apoyo a la causa ucraniana en Latinoamérica, ¡Aguanta Ucrania! Tras participar en este evento literario -en el que Amelina también presentó el diario de los últimos días del escritor ucraniano Volodímir Vakulenko, ejecutado por las fuerzas de ocupación rusas- la escritora ucraniana decidió acompañar a las inmediaciones del frente a la delegación colombiana.

En el prólogo al diario de Vakulenko -que el escritor escondió bajo tierra de los ocupantes rusos que acabaron matándole-, Amelina comparó la suerte de escritores como el propio autor en las zonas ocupadas por Rusia con la que corrían sus antecesores ucranianos asesinados en las purgas de la Unión Soviética en la década de 1930.

Victoria Amelina encontró el manuscrito del diario de Vakulenko en el jardín de la casa de su familia en el pueblo de Kapitolivka, en la región nororiental de Járkov, poco después de que fuera liberada por las fuerzas ucranianas. Amelina pudo salvar, de esta forma, el testimonio del escritor asesinado, con el que no ha podido evitar compartir el destino de morir a manos de las fuerzas rusas que volvieron a invadir su país hace más de un año. La escritora ucraniana tenía 37 años en el momento de su muerte. Estaba casada y tenía un hijo de 10 años.