El periodista y fotógrafo Luis de Vega, durante la entrevista con este periódico. | Alejandro Sepúlveda -

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Ha entrevistado y fotografiado a Volodímir Zelenski hasta en dos ocasiones. La invasión rusa de Ucrania sorprendió a Luis de Vega, reportero de El País, en las proximidades del lugar donde se encontraba ya trabajando. Desde entonces ha ofrecido una incansable y detallada cobertura desde el terreno donde puede ver, tocar, oler, escuchar y fotografiar lo que sucede para después contarlo. Interrumpe su intento de desconexión obligada en Mallorca, donde ha venido en compañía de familia y amigos, para atender a este periódico. La conversación transcurre con vistas al mar en el jardín del Taller Son Boter, de la Fundació Miró.

Hace una semana se encontraba en Ucrania, donde la tragedia asoma en cada esquina, y ahora está de vacaciones en un lugar como Mallorca.
Es un choque. Hay veces que necesitas un colchón de varios días, yo intento hacer la desconexión absoluta. (Enseña el móvil) No es posible, le tengo dicho a mi compañero que ahora está dentro que estoy disponible las 24 horas del día para cualquier cosa. Pero es necesario intentar hacer estas desconexiones, no es una cuestión solo mía, mi mujer y mis hijos también necesitan recuperar una vida normal que no es posible en el día a día. Veníamos de la pandemia donde estuve tres meses sin pisar mi casa y luego la guerra. Forma parte de la profesión, cuando realizas este tipo de coberturas la familia sufre mucho, hay mucha inestabilidad, y a nivel personal necesito recuperarlo de alguna manera. Es el camino que hemos elegido. Yo tengo la suerte de que si no me siento bien al día siguiente puedo salir de Ucrania, la gente que se queda no puede, es allí donde tenemos que poner el foco: en la población local, las verdaderas víctimas de este conflicto.

¿Y cómo es la vida, el día a día de esta población?
Hay ataques, algunos sobre ciudades situadas a 1.200 kilómetros del frente de batalla, que te recuerdan que nadie está seguro en los 600.000 kilómetros cuadrados de Ucrania. Hay gente que a veces me comenta que han visto un vídeo de Kiev y que la vida allí es normal. No, la vida no es normal, la gente lucha por llevar una vida normal como arma para combatir la ocupación. La peluquería se tiene que tener abierta, el taxista trabajando, el profesor tratando de salvar sus clases, pero viven de manera permanente con la incertidumbre de que pueden ser bombardeados, como así ocurre de vez en cuando.

Ha estado usted trabajando como fotógrafo y periodista en más de 30 países, muchos de ellos en situaciones conflictivas. ¿Cómo es trabajar en Ucrania?
La experiencia es importante pero uno no se puede distraer. Siempre pongo el ejemplo de los campos minados, a mí me da muchísimo respeto entrar en zonas donde han podido entrar los rusos. Se ha demostrado que dejan muchas bombas trampas y minas. El hecho de estar muchas semanas incluso meses seguidos allí puede llevar a relajarnos y eso no podemos hacerlo. Cuando estás en la zona del este, Donetsk o Zaporiyia, varios días seguidos acudiendo al frente, acostándote y levantándote con detonaciones, puedes acabar bajando la guardía y eso hay que evitarlo. Tenemos que ser conscientes y tomar las medidas de seguridad que están en nuestras manos. Ver donde pisas, llevar el chaleco aunque haga calor.

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El País ha apostado muy fuerte por la cobertura sobre el terreno de la guerra de Ucrania.
La guerra de Ucrania, en momentos de serias dudas para los medios de comunicación, ha sido un revulsivo para recordar que hay que mantener el pulso a nivel internacional. Mandar a los periodistas o fotógrafos al Bernabéu o al Congreso de los Diputados es mucho más barato que mantener una cobertura en un conflicto como el de Ucrania. Sobre todo hoy en día con el ‘fast food’ periodístico que impulsa todo lo rápido, lo inmediato, lo digital, el ritmo de las redes sociales… es muy fácil pegar un latigazo rápido y olvidarte luego de que Ucrania existe. Hay que saber mantener las coberturas en el largo plazo y de momento El País lo está haciendo y tenemos que alegrarnos.

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Hemos llegado a un punto en el cual los propios soldados se graban en el frente y lo comparten en internet. Algunos sugieren que el trabajo sobre el terreno es prescindible y que está todo en las redes.
Como yo digo, no es malo el cuchillo, es malo la mano que lo maneja. No es malo el periodismo en directo o en digital ni las redes sociales, pero eso no tiene que impedir las coberturas con reportajes en profundidad. Poder pisar el barro, oler la tierra quemada, acercarnos y dar voz a las víctimas. Está muy bien que un militar de infantería ucraniano tenga una buena de Tiktok o que las autoridades informen de todo a través de Telegram, hay que saber reflejar un poco todo pero no olvidarnos de la esencia del periodismo que es: ir,ver, tocar, oler, fotografiar…

Ha podido conocer a Zelenski.
He estado dos veces en persona con Zelenski. Es un mago de la escena. Viene del mundo de la televisión y una parte muy importante de su núcleo duro viene de su productora. Eso se nota mucho a nivel comunicacional. Como lleva su Twitter o como se comporta ante la cámara. Me acuerdo de la primera entrevista que dio a un medio español, que fue a El País en noviembre. Le dije que le haría preguntas a la vez que le hacía fotografías. Dominaba la escena perfectamente, se nota que tiene muchas tablas. Te mira a los ojos, como estrecha la mano, no se asusta de tener muchas cámaras alrededor. Había muchas dudas al principio, la invasión rusa llega en un momento en el que él empieza a renquear a nivel de popularidad, y mucha gente pensaba que al primer tiro él se iba a montar en un helicóptero americano y se iba a ir.

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«No podemos olvidarnos de la esencia del periodismo que es ir, ver tocar, oler, fotografiar», remarca el experimentado reportero. Foto: A.SEPÚLVEDA

En el libro ‘Rocieros. Peregrinos del siglo XXI’ recopiló diez años de fotografías de El Rocío y tenía en marcha un proyecto de fotografías en bodas, ‘Estar sin Estar’. Son proyectos personales que usted ha publicado o está llevando a cabo y que están muy alejados de las coberturas internacionales a las que nos tiene habituados.
El tema de las bodas ahora mismo lo tengo prácticamente abandonado. La prioridad desde el 2021 ha sido Ucrania. No me puedo comprometer con otras cosas. Me divertía y me gustaba. Al final no se trata ni de ir a una guerra ni de ir lejos. El mejor periodismo se puede hacer sobre el felpudo de la casa del vecino. Tenemos grandes historias muy cerca y la prensa local como Ultima Hora lo demuestra. Cubrir la pandemia en Madrid me sirvió para reencontrarme con aquellas pequeñas historias, próximas, que sirven para explicar los grandes acontecimientos.

Por otra parte, también fue corresponsal del ABC en el norte de África donde tuvo algunos problemas con el Gobierno de Marruecos. Fue hace ya más de diez años pero los motivos de estos problemas son todavía temas candentes a día de hoy.
Trabajé 22 años en el diario ABC, de estos años casi una década en la corresponsalía del norte de África. Vivíamos allí en familia hasta finales de 2010 cuando el Gobierno de Marruecos me retiró la acreditación y el permiso de trabajo. Tuvimos que salir. El motivo principal, yo lo sé, y es que les molestaba mucho las coberturas que yo realizaba de las rutas migratorias y la cobertura del conflicto del Sáhara Occidental. Iban guardando dossiers con publicaciones mías, te amenazaban, decían que iban a llamar al embajador para quejarse… Todo eso acabó con mi expulsión del país, incluso me calificaron de ‘persona non grata’.

¿Ha encontrado este tipo de presiones o censura en otras coberturas?
Sí, censura propaganda y control hay en todos los sitios. En Ucrania, si ves las informaciones que hace públicas cada día el Gobierno de Ucrania, llevan a cabo un recuento exquisito de bajas rusas. Yo le he preguntado directamente al presidente Zelenski por el número de víctimas en sus filas. «Lo tenemos pero no lo vamos a dar nunca, ni de muertos ni de heridos», me dijo. Eso forma parte de la guerra, son formas de propaganda. A todo el mundo le gusta controlar el flujo de la información. Dicho esto, en el caso de Rusia es bastante peor y engañan mucho más a la opinión pública.