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El Gobierno se ha dado de margen tres semanas para tomar decisiones acerca de la reforma laboral, "en el caso de que la patronal y los sindicatos no lleguen a un acuerdo en dos semanas", así lo afirmó ayer el ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, quien confió en que en este plazo se alcance un consenso sobre una reforma que considera necesaria pero que advirtió no va a ser la que cree centenares de puestos de trabajo al día siguiente. No obstante, Corbacho valoró positivamente los datos de abril desde un punto de vista de comportamiento económico y de la Seguridad Social. El ministro consideró que 15 días, aunque no es un tiempo marcado, es "razonable" para poder conseguir ese consenso. "No se puede demorar más allá", dijo. "Si no hay acuerdo, casa uno deberá explicar por qué", apostilló y confió en la responsabilidad de los agentes sociales. "Espero que la primera declaración que haga el PP no sea descalificarlo sino felicitarlo y decir que le dará soporte en el Parlamento", apuntó.

Asimismo, incidió en que la crisis actual no es un "paréntesis neutro" sino que traerá cambios,, aunque matizó que no tiene por qué ser a peor. Por tanto, el mercado laboral deberá también cambiar y ajustarse y quien no lo crea así, a su juicio, "la realidad de los hechos le dirá que está equivocado".

También quiso alertar de que la reforma laboral no va a significar que al día siguiente las empresas empiecen a contratar más y matizó que esto no pasará hasta que la producción aumente y se incremente el consumo que lo hará cuando haya mayor fluidez de crédito para las familias y las pequeñas empresas. Y puso como ejemplo la posible mejora de la temporada de turismo y que los hoteles estén al 85 por ciento de ocupación y no al 70 solo.

Corbacho hizo hincapié en que en otros países la crisis ha tenido efectos menores que en España y para argumentarlo añadió que el modelo laboral estaba basado en un sistema de alta empleabilidad en la Construcción, algo a lo que se sumó el incremento en 2008 de la población activa en 630.000 personas, situando la tasa por encima de Alemania, Francia e Italia juntas. Una sobreocupación del mercado laboral que unido a la baja cualificación y la excesiva temporalidad hizoque del total de puestos de trabajo destruidos, el 68 por ciento fueran contratos temporales y el resto despidos individuales junto a un pequeño peso de los ERE.

Frente a esta situación el ministro de Trabajo señaló cómo el modelo alemán permite aplicar una reducción de un tercio de la jornada laboral para mantener el empleo.