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Marruecos sigue sin tener embajador en Madrid. Seis meses después de que Mohamed VI decidiera llamar a consultas a Karima Benyaich en pleno momento álgido de la crisis por la acogida en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, y coincidiendo con la entrada masiva de miles de migrantes en Ceuta, Rabat no ha revertido la situación.

La ausencia de la embajadora, amiga personal del monarca alauí, es sintomática del punto en que se encuentra la relación bilateral y que ha impedido que la aplazada reunión de alto nivel fijada para el 17 de diciembre pasado aún no se haya celebrado y siga sin haber fecha prevista.

La acogida del líder del Polisario por razones humanitarias para que recibiera tratamiento contra la Covid-19 a espaldas de Marruecos desencadenó la peor crisis desde la de Perejil en 2002, si bien tras semanas de críticas Rabat terminaría admitiendo que en realidad su malestar venía motivado por la negativa del Gobierno a reconocer como marroquí el Sáhara Occidental, como hizo Estados Unidos en diciembre pasado con Donald Trump aún en la Casa Blanca.

De poco parece haber servido la salida del Gobierno de la ministra de Asuntos Exteriores Arancha González Laya, a la que Marruecos consideraba la principal responsable de lo ocurrido y que actualmente figura como imputada en el proceso en curso en un tribunal de Zaragoza por la forma en que s e llevó a cabo la acogida de Ghali.

Desde su llegada al Palacio de Santa Cruz el nuevo ministro, José Manuel Albares, intentó tender puentes para superar la crisis con el país vecino, a quien se refirió como "gran amigo" durante su toma de posesión el 12 de julio y con quien expresó su deseo de reforzar la relación.

Como ya hiciera su antecesora, en estos meses tanto Albares como su departamento se han escudado en la necesidad de discreción en diplomacia para no desvelar los contactos y las gestiones que se están haciendo para superar esta crisis con un vecino que es clave a la hora de frenar la inmigración irregular pero también para combatir el terrorismo, entre otras cosas.

El ministro habló finalmente por teléfono con su homólogo marroquí, Nasser Bourita, a finales de septiembre y aunque ambos se emplazaron a un próximo encuentro en persona, este aún no se ha producido pese a que ambos coincidieron el viernes en París con motivo de una conferencia sobre Libia. La lógica diplomática lleva a pensar que ambos ministros deberían reunirse antes de que pueda celebrarse la postergada cumbre bilateral.

Mientras esto ocurre, Albares ha dado a entender que la situación parece estar encauzada -"estamos en el buen camino", dijo el pasado 25 de octubre- y ha resaltado que "todas las señales que llegan desde Marruecos son buenas".

El ministro justifica esta afirmación en el discurso pronunciado por Mohamed VI el pasado 20 de agosto. El monarca reconoció que la relación había atravesado "una crisis inédita" y aseguró que él mismo había seguido "personalmente y de manera directa la marcha del diálogo y el desarrollo de las discusiones", algo que el ministro de Exteriores considera particularmente reseñable.

Además, el rey de Marruecos dejó claro que aspira a trabajar con el Gobierno español "con toda sinceridad y confianza" de cara a "inaugurar una nueva etapa inédita en las relaciones entre los dos países, sobre la base de la confianza, la transparencia, el respeto mutuo y la honra de los compromisos".

El Gobierno español recogió el guante y el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dio "la bienvenida a esas palabras porque sobre la confianza, el respeto y la colaboración presente y futura podemos construir una relación sobre bases mucho más sólidas que las que hemos tenido hasta ahora".

También Albares se ha pronunciado en la misma línea en los últimos meses, apostando por "una relación estratégica con Marruecos, que sea incluso más reforzada que anteriormente", pero las buenas palabras de ambas partes no se han traducido en hechos y eso que Mohamed VI volvió a hablar de elevar el nivel de la relación en su mensaje de felicitación a los Reyes por el 12 de octubre.

Entre los motivos esgrimidos desde el Ejecutivo para explicar que la crisis no se haya superado también ha estado el paso por las urnas de Marruecos, que celebró elecciones el 8 de septiembre, y la conformación de un nuevo Gobierno de coalición que encabeza ahora Aziz Ajanuch. Sin embargo, este ya quedó configurado el 7 de octubre y en él continúa, como cabía esperar porque es decisión del rey, el ministro de Exteriores.

"El Gobierno sigue y seguirá trabajando en los ámbitos de cooperación sobre los que se sustenta nuestra relación con Marruecos, buscando la mejor relación y el beneficio mutuo, siempre defendiendo los intereses de España", resume su postura el Ejecutivo en una respuesta parlamentaria a pregunta de Vox.

Sin embargo, del otro lado del Estrecho, también están llegando señales que ponen en entredicho la voluntad de Rabat de recuperar la relación. Así, en los últimos días ha surgido una nueva polémica por la instalación de una piscifactoría marroquí en las inmediaciones de las islas Chafarinas, cuestión sobre la que el Gobierno no se ha pronunciado.

A esto se suma también el contrato firmado recientemente por Marruecos con la empresa israelí Ratio Petroleum Energy para explorar la búsqueda de petróleo y gas en la costa saharaui cercana a Dajla. El presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, ha dicho esta misma semana que Exteriores le ha garantizado que el proyecto no colisiona con las aguas canarias.

En todo caso, la noticia del contrato se produce cuando aún no se ha resuelto la disputa con el país vecino por la delimitación de las aguas territoriales. Marruecos procedió a principios de 2020 a aprobar dos leyes por las que delimita el mar territorial marroquí hasta 12 millas y la zona económica exclusiva (ZEE) de 200 millas desde sus costas.

Dicha delimitación entraba en conflicto con la de las aguas territoriales españolas en las islas Canarias. Pero el Gobierno español ha asegurado que el proceso aún no se ha completado y que Rabat está de acuerdo en que cualquier disputa se dirima conforme a la Convención de la ONU de Derecho del Mar y de "mutuo acuerdo".

Además, Marruecos parece haber vuelto a la carga con el tema del Sáhara. La decisión de Estados Unidos de reconocer como marroquí al Sáhara Occidental, tomada el pasado diciembre con Donald Trump en la Casa Blanca y que Joe Biden no ha revocado, dio a Rabat nuevos bríos para reivindicar su soberanía sobre este territorio, que la ONU incluye entre los pendientes de descolonizar.

Precisamente, con motivo del aniversario de la Marcha Verde de 1976, Mohamed VI aprovechó para lanzar un aviso "a quienes mantienen posiciones vagas o ambivalentes" de que Marruecos "no se comprometerá con ellos en ningún planteamiento económico o comercial que excluya al Sáhara marroquí".

Con ello, se refirió veladamente a las sentencias de septiembre del Tribunal General de la UE (TUE) que anularon el acuerdo pesquero entre la UE y Marruecos por incluir el Sáhara Occidental y las ventajas arancelarias que el bloque concede a la importación de los productos agrícolas y pesqueros de la antigua colonia española.

"La marroquinidad del Sáhara es una realidad inmutable e indiscutible, por la fuerza de la historia, la legitimidad, la voluntad de sus hijos y un amplio y creciente reconocimiento internacional", recalcó días después Bourita, insistiendo en que la única solución posible pasa por el plan de autonomía que Rabat plantea para sus llamadas provincias del sur.