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Viajar es uno de los mayores placeres y más aún si el recorrido se hace de vuelta a casa desde un lugar en el que no estás cómodo. Pero a veces, no dispones del dinero suficiente para hacerlo.

Es lo que le ocurrió en 1965 a un joven galés llamado Brian Robson, que había emigrado a Australia para ganarse la vida gracias a un programa para atraer mano de obra inmigrante.

Robson inmediatamente se arrepintió de su decisión y quiso volver a casa, pero según el esquema tendría que pagar aproximadamente 700 libras, y su salario mensual en la red de ferrocarriles de Australia rondaba las 40 libras esterlinas.

Así que se le ocurrió una arriesgada aventura: enviarse a sí mismo por correo a casa, contra reembolso. Fue entonces cuando dos compañeros ferroviarios, un par de irlandeses, se ofrecieron para ayudarle.

Compró una caja de madera del tamaño de una mini-nevera y reservó su lugar con la aerolínea Qantas. Los dos irlandeses ayudaron a acomodarlo en la caja y cerrarla con clavos. Era muy ajustado, ya que también contenía su maleta y unas almohadas, así como una linterna y un libro de canciones de los Beatles para hacerle compañía.

Tal y como recoge el Irish Times, Robson no esperaba un viaje placentero, pero aun así fue mucho peor de lo que esperaba. "Fue una experiencia bastante horrible, la verdad", dijo.

El viaje se complica

Y es que la cosa se complicó: se suponía que el viaje de Melbourne a Londres duraría 36 horas, pero ese vuelo estaba lleno, por lo que lo subieron a un vuelo de Pan Am que tomó una ruta mucho más lenta.

A pesar de los numerosos letreros en la caja que decían "Este lado hacia arriba", la arrojaron boca abajo, por lo que lo dejaron boca abajo durante casi un día antes de subirlo al avión. La bodega del avión estaba gélida y hirviendo al mismo tiempo, le dolía el cuerpo y tenía dificultad para respirar.

Cuatro días después, su caja fue llevada a un cobertizo de carga. Pero para su desgracia, no estaba en Londres. Estaba en Los Ángeles. Allí fue descubierto y el mismísimo FBI se hizo cargo del caso.

Mis dos amigos y yo no sabíamos si mi plan era legal o ilegal, así que acordé que mantendría sus nombres fuera de esto

"Mis dos amigos y yo no sabíamos si mi plan era legal o ilegal, honestamente, así que acordé que mantendría sus nombres fuera de esto por completo, lo cual hice". Después de que el FBI confirmara que no era un espía (era plena Guerra Fría), y de que los medios recogieran su curiosa aventura, la aerolínea Pan Am lo liberó y lo deportó a Londres en primera clase.

Casi 50 años después, Brian Robson, que tiene 75, quiere volver a contactar con sus amigos irlandeses. "Estoy 99% seguro de que se llamaban Paul y John. Ni siquiera podría decirte sus apellidos, ha pasado tanto tiempo, y solo los reconocería si viera fotografías de ellos que se tomaron en ese momento. Nos llevábamos de maravilla… Solían venir a mi casa, o yo iba a verlos, casi a diario", dice Robson.

El aventurero galés les escribió a Australia cuando llegó a casa, pero nunca recibió respuesta. "Lo intenté un par de veces, creo, y por supuesto no teníamos internet en esos días, así que desde ese día hasta ahora nunca les he hablado. Fueron las últimas personas con las que hablé en Australia antes de que se sellara la caja", dice Robson.

Robson publicó el año pasado un libro sobre su aventura y está previsto que también se lleve a la gran pantalla, en forma de película. Quizá así surjan de nuevo los dos irlandeses que lo ayudaron.