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Con la invasión de Ucrania, Rusia no solo se ha abocado a sufrir una guerra económica por parte de la mayoría de países occidentales, sino que puede estar conduciendo a una economía de guerra a los países más débiles de la Unión Europea.

El 24 de febrero del 2022 será recordado durante muchos años como un día de infamia por los países europeos, pero a diferencia de lo que hizo Estados Unidos con Japón los países occidentales no derramarán una sola gota de sangre porque han decidido librar una guerra económica. Han congelado los activos rusos en dólares o euros (600.000 millones), han hundido el índice MOEX de Moscú un 40% en pocas horas, han confiscado cuentas y activos a los grandes oligarcas y políticos rusos y han hundido el rublo un 30% pese a los esfuerzos ímprobos del Banco Central Ruso. Armas de destrucción económica masiva para un estado con un PIB (1,7 Bill $) ligeramente superior al de España (1,4 Bill $) y con una economía con un monocultivo superior al de las Illes Balears, donde el sector energético representa de forma directa el 40% del PIB.

Desde el día 24 de febrero ser ruso fuera de Rusia es un gran problema. Los principales bancos rusos -Sberbank, UTB Bank, Alfa Bank, etc.- pueden dar por cerradas sus operaciones e incluso su existencia fuera de Rusia. Adidas, Mastercard, Visa, Youtube, Disney, Maesk, MSC y muchas otras empresas más cerrarán sus actividades en el país, mientras que otras empresas y fondos con inversiones en Rusia están dispuestos a congelar sus negocios o salir del país haciendo frente a grandes pérdidas (Norges Bank, Black Rock, JP Morgan, BP, Exxon, etc.). Comerciar con Rusia será caro y arriesgado, sin acceso al sistema SWITF, con vetos en exportaciones tecnológicas en múltiples sectores (telecomunicaciones, petróleo, gas, aeronáutica, procesadores, etc.) y con muchas posibilidades de no cobrar jamás, el país puede devenir (con el permiso de China) en un paria económico como asevera el presidente Biden.

Pero no solo Rusia sufrirá esta crisis, sino que otros países como España pueden sufrir si el precio de la energía se mantiene tensionado presionando la inflación. Recordemos la crisis del año 2008 provocada por la explosión de una burbuja inmobiliaria que acabó con una crisis financiera global. El elemento que hizo estallar la burbuja fue un fuerte aumento del precio del petróleo y de las materias primas que empujaron al alza la inflación y desencadenaron la respuesta del Banco Central Europeo (BCE) en forma de mayores tipos de interés. El resto de la historia la conocemos, a medida que aumentaron los tipos, los propietarios dejaron de pagar sus hipotecas, los bancos se encontraron con prestamos avalados con activos cada vez más devaluados y al sucumbir arrastraron al resto de negocios. El barril del petróleo que a principios de 2007 valía menos de 60$ subió hasta los 85 a principios del 2008 y superó los 130 a mediados del año provocando el aumento de tipos reseñado, para que una vez iniciada la crisis bajar a 40$ en 2009.

Pero la inicial crisis de 2008 se convirtió en la Gran Recesión cuando, tras una breve recuperación económica en 2010, la economía recayó marcando una gran W debido al repunte del petróleo que dobló su precio hasta los 80$ y se mantuvo en torno a los 120$ hasta 2015. España, que había alcanzado un PIB de 1,109 Billones de euros en 2008, no volvió a alcanzar dicha cifra hasta ocho años más tarde (2016). El punto de inflexión fue el año 2015 cuando cayó el precio del petróleo casi un 50%, se devaluó el euro y bajaron los interese gracias a la expansión monetaria del BCE.

De nuevo, España ante la pandemia de la COVID ha sufrido una recesión económica que prácticamente ha duplicado la media de la eurozona y una recuperación sensiblemente más lenta y aún incompleta en comparación al resto de países europeos. Por segunda vez en dos décadas, España se encuentra con una escalada de precios energéticos y una ralentización económica mundial inesperada en una situación en la que ni siquiera los fondos Next Generation nos aseguran salir indemnes. Muy posiblemente nos veremos, como entonces, abocados a hacer economía de guerra y realizar grandes cambios.