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Cuando se habla del crecimiento económico o de la disminución de las cifras de desempleo la variable siempre olvidada es la productividad. Un país puede mostrar un claro aumento del Producto Interior Bruto (PIB) y una positiva creación de empleo, pero no registrar una mejora del nivel de vida de sus ciudadanos a causa del estancamiento de su productividad.

¿Por qué existe esta aparente contradicción? El incremento de la producción total de un país (PIB) se puede conseguir por dos vías: aumentando el volumen de factores productivos utilizados (más trabajadores, capital, tierra, etc.) o bien incrementando la producción por unidad de factor. A esta segunda vía la denominamos un incremento de productividad. En Balears sabemos que el PIB turístico puede incrementarse empleando más trabajadores, construyendo más hoteles e infraestructuras y/o urbanizando más playas y espacios naturales, o bien podemos intentar reorganizar los factores ya utilizados (trabajadores, capital físico o natural) de forma más productiva.

Entre los años 2014 y 2022 la productividad en España aumentó un 0,3% anual en comparación al 0,9% de la media de la Unión Europea (en términos PTF -productividad total de los factores-). Estos datos de Caixabank Research nos permiten comprender el retroceso del PIB per cápita español frente al europeo. En 2008 la renta española estaba un 8% por debajo de la media europea mientras que en 2023 había retrocedido hasta el 15%. Ahora empezamos a ser conscientes de que la recuperación económica española desde la crisis del 2008 consistió en realidad en trabajar más horas. El crecimiento medio español del PIB entre 2014 y 2019 fue del 2,4%, un 1,6% por más horas trabajadas, un 0,5% por el aumento de capital utilizado y solo un 0,3% por mejoras de la productividad. España se empobrece relativamente porque su productividad es menor.

Hoy en día el PIB nominal por hora trabajada en España está en un 76% de la media comunitaria (un 63% de la media alemana), y lo más triste es que son datos homologables al año 2000. Los factores detrás de este peor comportamiento son fundamentalmente tres. El menor tamaño medio de las empresas españolas, el peor nivel de formación de los empresarios y trabajadores y el peor desempeño de su aparato innovador. Estadísticamente el nivel de productividad de las grandes empresas duplica al de las pequeñas. Las grandes invierten mucho más en intangibles como modelos de gestión, bases de datos, software, marcas... Además, estas empresas cuanto más cercanas a la máxima eficiencia invierten más en I+D+i para mejorar su productividad.

En España la inversión en I+D era en 2022 el 1,4% del PIB, muy por debajo del 2% europeo, el nivel de formación era también inferior tanto en formación profesional como en estudios de postgrado y la especialización sectorial (menos intensiva en industria) nos penaliza. Igualmente, Balears presenta datos incluso peores en I+D (0,4% del PIB), de capital humano (porcentaje universitarios y formación profesional) y de especialización sectorial (en servicios). Y aunque los fondos Next Generation, las apuestas tanto en Balears como en España hacia una mayor inversión en I+D y la mejora del sistema de formación profesional y universitaria podrían generar una cierta confianza, por el contrario, la política del Gobierno central demonizando a las grandes empresas, imponiendo mayores cargas a la contratación laboral e introduciendo mayor inseguridad jurídica, parecen ir en contra de dicha tendencia, dando lugar a un horizonte nublado y lleno de desasosiego.