Bartolomé Serra lleva dos años esperando una operación de hernia. | Teresa Ayuga

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Bartolomé Serra camina algo renqueante. Debajo del pantalón, en la entrepierna, señala un enorme bulto. Desde hace medio año ha visto cómo uno de sus testículos crece, probablemente a consecuencia de una hernia detectada en 2021, hasta llegar a tener «el tamaño de un melón».

Hace dos años el testículo afectado estaba bien «pero a medida que ha pasado el tiempo...», empieza su relato. Se confiesa desesperado. «Me pongo crema pero me dura diez minutos y sólo con el roce del pantalón ya me duele». Por si no fuera poco también sufre molestias al orinar y «hace dos años que no mantengo relaciones sexuales», lamenta.

La operación de hernia que en 2021 debía ser algo sencillo se ha convertido a estas alturas, en una intervención complicada. Y en estos momentos «yo ya no sé si los cirujanos no se atreven, si no saben o si prefieren desviarme a alguien que sí pueda... Que me hablen claro porque al final te temes lo peor».

Su situación se agrava porque además padece cirrosis y si bien el paracetamol o el ibuprofeno le calman el dolor, son fármacos totalmente contraproducente para el hígado.

Cuando todo empezó apenas notaba la hernia. «Fui al médico de cabecera que me derivó al especialista digestivo y ya consideraron el operarme», relata. La cita con el anestesista, por entonces, se la dieron a los dos meses, pero «no me dolía, podía hacer vida normal».

Poco antes de la intervención, el mismo Bartolomé Serra advirtió a los responsables, cuando le llamaron, de que tenía las plaquetas bajas. «Me dijeron que lo consultarían con el médico y ya no me llamaron más», prosigue.

Tiempo después retuvo líquido en el estómago y las piernas que «se me hincharon por la cirrosis» y le ingresaron cuatro días en el hospital donde aprovechó para reiniciar el proceso de la hernia.
«Otra vez me dieron cita con el anestesista. Tenían que operarme en el Hospital General». Era el segundo intento pero «el día de la intervención, que había ido en ayudas, subieron dos cirujanas para decirme que como había estado ingresado unos días, todavía estaba flojo y no querían operarme. Querían esperar tres meses».

Pasado este plazo regresó a la consulta y «nadie sabía nada». Serra lamenta el estado de desinformación que ha padecido durante todo el proceso y que la ha llevado al deterioro físico, al malestar y a un dolor que ya es inhabilitante.

«Tuve una visita con el hematólogo que vio en la pantalla que tenía cita para operarme el pasado 11 de octubre y ya me recetó unas pastillas para las plaquetas que debía tomar una semana antes». Fue a la farmacia pero no las llegó a tomar pues «nunca me llamaron», prosigue.

Hace días, antes de contar su historia en el periódico, fue a Urgencias con su mujer, «desesperados», señala, «por si alguien veía cómo tenía el testículo después de este tiempo y me operaban con emergencia». La respuesta, ya se sabe, fue negativa: «si no estaba estrangulado no era urgente».

Hace medio año que le fue creciendo un testículo «y ahora no se ve nada más, tengo el pene metido para dentro, ¿te parece que una persona puede vivir de esta manera? ¿Esto no es para operar?» A día de hoy sigue sin respuestas, ni solución.