Cara a cara en l’hospitalet. Llufriu se encontró con Sans en L’Hospitalet hace unas semanas - Xec Gomila

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A Sergi Llufriu le dieron la opción de crecer antes de tiempo. De hacerse adulto a una velocidad endiablada con un solo propósito: intentar llegar a ser profesional. Con 14 años y siendo una figura en el CD Alcázar, junto con Agustí Sans, el Cajasol de Sevilla llamó a su puerta y le sirvió en bandeja de plata la opción con la que todos los niños sueñan. "No me arrepiento, fue duro despedirme de mi familia en el Aeropuerto pero recuerdo que nada más llegar a la residencia me presentaron a los compañeros de equipo y empezamos a entrenar". Una rutina que hoy, dos años después, todavía sigue y le encanta. Tras llevar a Andalucía a lo más alto en el campeonato cadete de selecciones, Llufriu disputa esta temporada el grupo D de EBA porque la competición de su edad, la júnior, se le ha quedado pequeña. "Jugar en EBA impresiona porque ves que hay hombres, jugadores con un buen físico desarrollado, que han competido en LEB Oro o Plata, y yo soy todavía un niño de 16 años pero es bueno porque te prepara", admite.

Llufriu, la penúltima de las perlas de la cantera rojilla, vive en la residencia del club. "Nos despertamos a las siete de la mañana para desayunar, coger el autobús para ir al instituto, regresar a la residencia, comer, dar clases con un tutor particular, entrenar, cenar e ir a dormir". Así se resume su día a día en un centro que cuenta con un pabellón para entrenar. "Me gusta, es una manera de exigirte más y prepararte de cara al futuro porque estás lejos de tu familia y lo mismo te puede pasar cuando eres profesional", explica con un tono de voz irreconocible para un muchacho de 16 años. ¿Su ilusión? "Hacerlo bien este año, ganar físico y rapidez, así como tener más confianza del entrenador para poder preparar lo mejor posible el año que viene que seré júnior de segundo y ya será cuando tendré que ver si puedo llegar a ser profesional o dedicarme a otra cosa" porque tiene claro que quiere "llegar a sénior en el mejor nivel posible".

Pero no ha sido fácil. En casa de los Llufriu Arcos se le echa de menos y en Sevilla no hay noche que no se añore Menorca. "Lo que más echo de menos es la familia y los amigos, bueno, y también las fiestas en verano", recita, recordando que sólo es un niño que está lejos de casa y al que le ofrecieron la posibilidad de crecer mucho antes que otros. "Nada más llegar, con 14 años, me hacía muchas preguntas, como si había tomado la decisión correcta, si me iría bien, cómo saldría todo... Pero todo eso se me pasó", admite, y puntualiza que lo que más le sorprendió fue que "Sevilla es una ciudad muy grande y que la gente es más abierta y más alegre", asegura, y añade que "volver se hace duro porque cuando voy a Menorca estoy con los míos pero nada más llegar me centro en la rutina y lo supero pensando que estoy aquí porque es lo que quiero y que ya volveré en verano".