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La ÑBA, nuestra selección de basket, ha empezado su preparación para los juegos olímpicos de Londres. En su segundo partido amistoso, contra Francia, tuvo un detalle social que merece la pena destacar, los 500 primeros desempleados que acudieron al pabellón tuvieron una entrada gratis para ellos y un acompañante. La verdad es que es un gesto que debemos valorar. Aunque sea de forma simbólica se agradece que el deporte de elite tenga un ápice de conciencia social.

Sabemos que el deporte de élite es mercado puro y duro, sino que se lo digan a la patronal de la ACB, que exige unos 5 millones de euros para poder inscribir un equipo en su Liga. Pendientes de si el Lucentum Alicante aguanta su plaza, o se la vende al Canarias, lo cierto es que la ACB se ha convertida en una liga para pijos, relegando a la LEB Oro a una liga menor, donde será imposible que haya ascensos o descensos; pues bien, que se la coman con patatas.

Propongo que todos los que no somos del Madrid, ni del Barça, boicoteemos las ligas que no son para nosotros. Es decir que no compremos ni una camiseta, que no gastemos ni un euro en entradas, que no consumamos medios que hablen solo de las ligas para ricos; es decir, si son para ricos que se las paguen ellos.

Los clubes poderosos desprecian a los más modestos, son una molestia, un incordio, un lastre; pero es que la mayoría de los que disfrutamos del deporte somos modestos, no todos vamos a ver la Fórmula Uno desde un palco VIP, o reservamos asientos en primera fila para ver la Copa Davis, o podemos pagar 300 euros por ver el entrenamiento de un equipo (es la cantidad que se ha pagado en Los Ángeles por ver un entreno del Real Madrid ).

Así que como ciudadanos modestos, de los llamados de a pie, nos deberíamos comprometer a ver a los equipos de nuestros pueblos, a los clubes donde jueguen nuestros hijos, a disfrutar del deporte amateur y de los deportistas que tengamos más cerca. Que nuestras estrellas sean los más cercanos, los deportistas que comparten valores de esfuerzo, solidaridad, entrega y honestidad; y no los mercenarios millonarios que conducen coches de alta gama.

Ya saben que soy algo lento y no muy despierto, queridos lectores, pero no tan ingenuo como para creer que esta llamada al boicot vaya a tener la más mínima repercusión. Aunque por otro parte tampoco me preocupa demasiado, al ritmo al que están empobreciendo el país, muy pocos podrán pagarse una entrada para ver deporte de elite. Y quizás, cuando llegue ese momento, los gerifaltes que mueven los hilos de la alta competición, se tendrán que bajar del burro, o al menos regalar entradas a los millones de desempleados, si quieren ver colas en sus taquillas.