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Fernando Salom Portella (Maó, 1959) ocupa un espacio preferente en la evolución del deporte menorquín de los últimos 25 años, quizás sus cinco lustros más extraordinarios. Un vistazo somero al archivo gráfico permite observar la figura inconfundible de este médico en todos los acontecimientos de relieve que han tenido al deporte como protagonista, Sporting Mahonés, Menorca Bàsquet, los Juegos IGA, Unión, Alcázar, Mutualidad, Gabinete de Medicina Deportiva... Por sus manos han pasado ya un par de generaciones de menorquines profesionales y aficionados que han testado su buen criterio médico esculpido a partir de la propia experiencia y contactos con célebres colegas catalanes.

¿Por qué la medicina deportiva?
– Durante la carrera, el profesor de traumatología, doctor Ramón Valius en quinto curso, en el Hospital del Mar, ya organizaba cursos sobre la actividad física del aparato locomotor y yo empecé a asistir. Siempre había practicado deporte y me interesó este mundo aunque el problema en aquél año 86 era que en España no existía la especialidad de medicina deportiva.

¿Y entonces?
– Tuve la gran suerte cuando volví a Menorca, que me llamara Pepe Enseñat, directivo del Sporting, para proponerme que me incorporara al club porque querían hacer un equipo para intentar subir a Segunda B con un buen cuadro técnico y un médico. Uno o dos años después el Govern Balear decidió montar un centro de medicina deportiva aquí, me presenté y logré el trabajo. El director de este centro en Mallorca había estudiado Medicina deportiva en Porto Alegre, Brasil. Envié mi petición, me aceptaron y el Govern me dio una beca para poder viajar allí y estudiar la especialidad durante un año en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. Hice las prácticas en el Internacional de Porto Alegre, de la primera división brasileña. Fue espléndido.

Regresa a la Isla y recupera el puesto en el Centro de Medicina Deportiva, que compagina con el trabajo en varios clubes, ¿no?
– Sí. Mis esfuerzos eran traer a deportistas a la consulta para que se hicieran una revisión. El primero fue mi hermano, al que convencí porque practicaba atletismo, y a través de él, a sus amigos, intentaba promocionar la medicina deportiva. Años después el Govern transfirió el centro de medicina deportiva al Consell, donde seguí hasta ahora. El Sporting ya empezó entonces su declive en Segunda B, me vino a buscar José Sastre para la UD Mahón, luego Miguel Torres para el Alcázar, y a continuación Paco Llull para incorporarme a La Salle porque tenían intención de subir a la Liga EBA que entonces era la Adecco Oro. Aquél año subimos a EBA como primeros de Baleares y ya entramos en contacto con el deporte profesional hasta hace dos años.


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