La tenista menorquina, ayer paseando por las calles de Maó.

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Poco se habría imaginado la prometedora tenista de Maó, Gemma Negre (2001), quinta júnior y la 56 absoluta de España, que tras recalar a finales del verano de 2018 con toda la ilusión del mundo en el CAR de Sant Cugat de Catalunya, ahora –apenas dos años después de aquella gran decisión y apuesta de futuro –todo se haya quedado prácticamente en nada, en saco vacío, víctima de la pandemia de la covid-19 y de las exigencias económicas para seguir arriba.

Y es que finalmente, Negre se ha tenido que quedar en casa, en Menorca, lejos de las pretensiones que tenía este año de cambiarse de club, también en Barcelona. «He estado todo el verano pensando qué podía hacer este año ya que con la covid-19 está todo muy alterado y lioso. A finales de agosto fui a Barcelona para hablar y entrenar con unos técnicos pero no me convenció del todo y al verme sin ninguna otra opción he decidido quedarme en Menorca», lamentaba ayer en «Es Diari».

«Aprovecharé para sacarme el carnet de coche, acabar estudios y esperar a ver qué pasa este año raro», decía ayer, resignada.

Negre, integrante además en el Tübingen EV alemán junto a Sant Cugat este pasado año, probó con estos nuevos entrenadores «y me dijeron que me iban a ayudar puesto que me habían seguido y vieron mis resultados, destacando en Catalunya y me posicioné en un buen ranking español. Pero al final, nada de lo prometido, sino que era cuestión de dinero como la mayoría de casos», narraba, triste. «Me doy cuenta que todo lo envuelve el dinero, por mucho talento que tengas; si no pagas no hay talento que valga. Este ritmo de vida que se tiene que llevar para llegar a la élite del tenis cuesta mucho dinero y ni yo ni mi familia podemos permitírnoslo», se sinceraba la tenista formada en el CT Mahón.

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