De la creación del pueblo de Sant Lluís, de calles rectilíneas, fue responsable el conde de Lannion, gobernador francés que gozó de buena imagen pública entre los menorquines a nivel general. Las 18 manzanas previstas entonces, en la segunda mitad del siglo XVIII, se han ido sobrepasando en ampliaciones constantes, reflejo a su vez del mismo impulso que ha convertido al turismo en actividad importante del término municipal, quizás uno de los de mayor crecimiento en los últimos años.

Un dibujo a lápiz y acuarela del pintor Giuseppe Chiesa –gran cronista visual de su época–, refleja que la iglesia y el obelisco del Pla de sa Creu ya habían sido construidos antes de que hubiera casas a su alrededor. El proyecto de los franceses, además de conseguir viviendas para la tropa, pretendía dotar de un núcleo organizador a una extensa zona rural bastante poblada. De ahí que se escogiera una ubicación central, en el espacio que quedaba libre entre caseríos ya existentes. La iglesia, que aún hoy reclama la atención de los visitantes en medio del tramado de casas de planta y piso, es de estilo neoclásico, con una explícita dedicatoria en su frontón que confirma la intención de honrar a San Luis, rey de los franceses.

Pueblo con tres molinos

El Molí de Dalt, de majestuosa silueta y que da la bienvenida al visitante, es un bello recuerdo de los tres molinos de viento que durante casi 200 años fueron característica del conjunto arquitectónico de la villa. Este molino fue construido posiblemente de forma paralela a las viviendas que levantaron los primeros vecinos. Años más tarde, el 1776, ya funcionaba el molino mayor de los tres, el Molí d'Enmig, situado en la misma calle principal a pocos metros del anterior. Finalmente, al 1780, se construía el Molí de Baix, en un solar de la calle Comte Lannion. Durante dos centurias los tres molinos formaron parte activa de la estructura urbana de Sant Lluís, y fueron una pieza esencial para el bienestar económico del pueblo. Aun así, el progreso tecnológico y en numerosas ocasiones, el viento su principado aliado -pero a la vez su peor enemigo-, borraron la bella estampa de los tres molinos con aspas girando cara al viento, hace ya más de 50 años.

El molino de viento dispone de una maquinaría de leña que aprovecha la fuerza eólica mediante las aspas, provistas de velas, para girar la mola que convierte el grano en harina. El Molí de Dalt, del CIMe y cedido para el uso del Ajuntament, fue restaurado íntegramente en 1987, colocándose las aspas y la maquinaria para moler el grano. La planta baja acoge un museo etnológico, con interesantes colecciones de herramientas del campo y oficios ya desaparecidos, además de una oficina municipal de información turística. Y el de Baix, de titularidad municipal (1998), fue habilitado como local para actividades juveniles.

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