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Cómo entra el arte en su vida?
Desde muy pequeño ya mostré interés por el mundo del cómic. Entonces ya tenía claro que haría un dibujo cada día, así que cuando comencé el instituto ya tenía pilas de ellos. En la universidad me di cuenta de que el área de grabado se parecía bastante a lo que yo había hecho hasta entonces, pues el cómic requiere de mucho dibujo. Tomé clases de pintura, escultura... y a la hora de elegir, tras los cursos comunes de la universidad, ya tenía muy claro que deseaba encauzar mi camino hacia el arte.

¿Y por qué hacia la especialidad del grabado en particular?
Mi entrada en Bellas Artes se produjo a raíz de unos cursos de verano donde contacté con el profesor Bill Behnken. Fue durante mucho tiempo maestro en The Art Students League de Nueva York. A la vuelta de ese verano (era mi primer año de Universidad y tenía 18 años), y por su influencia, opté por el grabado como especialidad. Luego fui asistente del propio Bill Behnken.

¿Cuál es su consejo para un joven estudiante que quiera iniciarse en el grabado?
Metodológicamente en grabado lo más ortodoxo, cuando entras en la escuela, es presentar la plancha lo más pulida posible, con los cantos perfectos... Mi consejo es que el estudiante no se deje atrapar sólo por eso y que deje cierta espontaneidad a todo el proceso de campo. En el caso de Rembrandt, por ejemplo, en muchos de sus grabados se observan los rastros que quedan en la plancha. Él no estaba tan obsesionado con la pulcritud como con la creatividad. Hay que encontrar el equilibrio entre ser un poco "sucio" y la parte más técnica.

¿Hay muchos grabadores que hoy pequen de eso, de ser demasiado pulcros?
Sí, aunque tampoco les puedes decir a los principiantes que se dejen llevar pues al comienzo se perderían en ese camino. Yo al principio dejaba mis planchas como espejos pero en un determinado momento tienes que soltarte. En el caso de Jackson Pollock ahora contemplas sus pinturas y parecen una locura, pero si miras atrás en su historia como artista verás que aprendió el oficio y que supo despojarse. Al igual que Picasso.

¿Usted también ha alcanzado esa evolución?
Sí, de hecho ahora siento la familiaridad suficiente con el grabado como para poder hacerlo. Ahora controlo lo que quiero que se quede o no en la plancha.

¿En función de qué criterios escoge sus temáticas?, ¿qué le inspira?
En la serie de los árboles, la última en la que estoy trabajando, me ocurre que en algunos aspectos me acerco mucho a la forma humana. Existe una tensión entre la solidez del árbol y el modo en que fluyen las forma en las texturas que desarrollo en equilibrio con esa solidez. Trato de captar la tensión del movimiento y del dinamismo. Es curioso porque al principio trabajaba retratos, figura humana, temas sociopolíticos... y caí agotado por el esfuerzo mental que estos temas y sus mensajes comportan, así que decidí buscar algo bello, como la naturaleza, para descansar. Pero curiosamente esa tensión ha parecido de nuevo de manera subconsciente, e irónica, en mi serie de los árboles. Dicha tensión ha continuado aflorando en mi trabajo...

Háblenos de la experimentación de diferentes técnicas en su serie de los árboles.
En mis comienzos era un artista muy "limpio" con respecto a la técnica, pero ahora empleo un abanico de todos los procedimientos que conozco. Para que mi obra funcione me sirvo de todos ellos, lo mezclo todo sin complejos. Incluso en la plancha utilizo herramientas de otras especialidades, como la escultura, algo que no se ve de modo muy correcto en el grabado.

¿Qué impresión le ha causado el Centro Internacional de Grabado Xalubínia?
Creo que Xalubínia es un sueño hecho realidad. Llegar a crear este centro-escuela y recibir apoyo público me parece un proyecto fabuloso. Por lo que he podido conocer, Xalubínia va más allá de ser una escuela de grabado, tiene opciones muy interesantes de intercambio entre artistas y de su obra expositiva. Asimismo, sus instalaciones son impresionantes y la dotación de su maquinaria insuperable.

¿Que exista un centro de este tipo en Estados Unidos es ciencia ficción?
No es imposible pero me parece muy difícil, sobre todo con la recesión económica que padecemos. En Norteamérica se han recortado mucho los presupuestos y sería muy complicado... pero me gusta seguir soñando con abrir con José Cáceres un Xalubínia en Hawai (ríe).

¿Cómo de factible ve la colaboración entre Xalubínia y la escuela de Nueva York?
Podríamos obtener resultados entre 1 y 3 años, pero el problema que vemos con la sede de Alaior es que carece de alojamiento para los artistas que pudieran llegar a la isla desde Estados Unidos. De haberlo, la gente vendría ya mismo, así que creo que es un punto a tener en cuenta para favorecer de manera óptima dicho intercambio. De hecho todos los años enviamos artistas de The Art Students League de Nueva York a Florencia, y la experiencia es todo un éxito. Aunque también podríamos hallar un punto intermedio entre Alaior y Nueva York, lo suyo es que –ya que Xalubínia dispone de estas magníficas instalaciones para el trabajo artístico–, también se favoreciera el alojamiento en el mismo municipio para que los estudiantes pudieran disfrutar del ambiente del pueblo. Otra opción que podría contemplarse es la de las becas.

¿No le resulta increíble que el grabado haya unido una isla tan pequeña como Menorca con una gran ciudad como Nueva York?
Sí, es sorprendente e inusual. Es muy excitante venir desde tan lejos para ver un taller de este calibre y tan bien equipado como el de Xalubínia, con un tórculo tan profesional y un edificio que dispone de todo lujo de detalles por el bien del arte. Desde mi experiencia como grabador no es habitual encontrar un taller de este tipo. Me ha sorprendido muy gratamente.

Es la primera vez que visita Menorca ¿qué le parece?
Ya, de entrada, adoro la isla. El contraste de una ciudad con un ritmo tan frenético como el de Nueva York frente a un pueblo de calles adoquinadas donde se respira tanta paz es impresionante. Vosotros estáis habituados pero para nosotros es un lujo. Me encanta la comida, ¡me voy a poner enfermo de tanto comer! Esta mañana me fui a comprar una botella de gin porque me van a enseñar a hacer pomada, que creo que es una bebida muy típica de aquí.

¿Ha visto algún paisaje menorquín que pueda inspirar alguna de sus obras?
En mi caso, y por la evolución de mi obra, necesito meterme muy despacio en el paisaje. Me gusta lo que he visto, pero tendría que volver de visita para trabajarlo de manera artística.

¿Por qué al espectador le cuesta aún reconocer el grabado como una técnica creativa más que productiva?
El problema es que la gente no está acostumbrada a ver grabado, en primer lugar, y grabado de calidad, en segundo lugar. El grabado se asocia erróneamente a una técnica de reproducción múltiple y por ello se valora menos pese a estar ante una obra de arte original. En ese sentido, falta más educación visual. Hay que entender un poco la técnica, y ello conlleva un tiempo pues, por ejemplo, a mi mismo me cuesta entender la técnica propia de Pere Pons –la cromoplaxgrafia (grabado sobre hierro en color)–. Lo he visto aquí por primera vez y ni siquiera yo que llevo tanto tiempo en el mundo del grabado entiendo la técnica del todo.

¿Es optimista con respecto a que cambie esta tendencia?
Sí, pero hay que desmitificar el grabado. Que escuelas como Xalubínia abran sus puertas permite que la gente entienda que la obra en papel también puede tener un valor único.

Michael Hew Wing
Nació en Nueva York. Se licenció en Bellas Artes en el Hamilton College en 1999, y actualmente trabaja en los talleres de grabado de The Art Students League de Nueva York. Su obra forma parte de las colecciones de The New York Public Library, Print Club of Albany, Emerson Gallery of Hamilton College o Provincetown Art Association and Museum Collection. En su creación trata una gran diversidad de temas, desde la figura hasta el comentario social, la narrativa biográfica o el paisaje. Los árboles es su serie más reciente. Es miembro de la Society of American Graphic Artists.
www.hewwing.com