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Lunes tedioso. De película. De aquellos que comienzan mal y acaban peor. Un amigo galerista me llama y me alegra la mañana. Lo que me cuenta me invita a la reflexión en este espacio.
Pónganse en situación. Dos menorquines: Tòfol Pons Bendito-Quitolomalo (Ciutadella) y Tutzó (Maó) comparten exposición en la Vierter Stock de Berlín. Tras inaugurar ayer, hoy abren al público en general su versión para los germanos deD.N.A. Sobrassades. Durante una semana ambos artistas presentan su obra en la capital por excelencia del arte más puntero. Dosillencsauspiciados por el Institut Ramon Llull –consorcio integrado por la Generalitat de Catalunya i el Govern balear–, un apoyo institucional que cae a cuenta gotas y que debería prodigarse más en sociedad.

Recientes noticiastwitterianasadvierten de 'sobrasadas' más que triunfadoras a su paso por la nación de las salchichas. A quienes nos interesa la cultura y disfrutamos con los éxitos en el extranjero de las promesas de creadores menorquines, nos violenta el poco respaldo que reciben. Es imperdonable que el arte de algunos no disfrute de la misma gloria aquí, en la Isla, que fuera. Aquello de que "nadie es profeta en su tierra" le viene a Menorca como anillo al dedo. Lo mismo le ocurrió a Miquel Barceló. Al principio nadie supo ver su talento, y en nuestra convecina Mallorca no se daba un duro por él. Comenzó a ser conocido tras participar en la Bienal de Sao Paulo en 1981. En 2003 recibe el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, y un año después expone en el Louvre las acuarelas que creó para ilustrarLa Divina Comedia, convirtiéndose en el primer autor contemporáneo vivo que expone en el célebre museo. Y luego, ya saben, de Felanitx al mundo.

De nuevo en Menorca. El hábito de "me marcho fuera a buscarme la vida", lo han seguido otros jóvenes talentos como Carles Gomila, Miquel Bosch o Josep Moncada –por citar sólo a algunos–. A ellos la exportación de sus obras al extranjero les ha funcionado de maravilla. El caso de Gomila es especialmente destacable. El genio de los pigmentos ha conquistado a los del otro lado del charco. Tarea nada fácil pero del todo merecida.

Fuga de cerebros. De almas pictóricas que viven y se desviven creando. El público y las instituciones de la Isla deberían mimarlas más. Pero que mucho más.