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Quizá el destino le deparara vivir cerca del Metropolitan. "Siempre estoy allí", confiesa. Manolo Valdés (Valencia, 1942) respira aires neoyorquinos desde hace 21 años. En la ciudad que nunca duerme dice sentirse como en casa. Lo suyo, -como apunta la comisaria Violant Porcel-, es "un tejido heterogéneo de estímulos de donde él vive". Pintor, escultor, grabador y dibujante, Valdés es nombre destacado del arte internacional del último medio siglo. "El archipiélago de la memoria" llega a las dos salas de "Sa Nostra" en Menorca. En Maó y Ciutadella se muestra la confluencia existente en el autor valenciano entre la cultura neoyorquina y el extenso archivo pictórico de la tradición europea. Alusiones directas a Zurbarán, Goya, Picasso o Matisse sirven a Valdés de pretexto para compartir con el público un soberbio universo pictórico.

Pese a que ésta no es una retrospectiva, ¿qué siente uno cuando contempla parte de su obra compilada?
Uno se encuentra con un sentimiento agridulce porque piensa que podría haber hecho mejor el cuadro. El año pasado me desplacé a Palma para ver el punto de partida de la exposición, y me gustó mucho, pero cavilé: "esta pieza me gustaría continuarla en el estudio...". Uno siempre tiene todas las dudas encima, pero se alegra de que sus cuadros prosigan ahí pese al paso del tiempo.

¿Cómo entran los temas en su producción? ¿Qué le inspira?
A veces entran de una manera casual. Algo salta y te llama la atención haciendo que te pongas rápidamente a trabajar sobre ello. En cambio, otras veces, el proceso es lento. Tienes en la cabeza algo a lo que le vas dando vueltas y vueltas, y no acabas de ver cómo amueblarlo. Siempre cuento, sobre una serie que tengo de las hijas griegas y de frascos de perfume, que paseando por Madison, por ejemplo, veo esos mismos frascos de perfume, tan actuales, y pienso en cómo he llegado a esa asociación temática. Ahora estoy trabajando sobre el ropaje de los diseñadores de tiempos pasados. El Metropolitan trae buenas exposiciones al respecto. . Las razones, en definitiva, que me llevan a escoger un tema u otro, son de lo más extrañas. Eso sí, nunca trato algo que no me gusta. Siempre trato artistas o cuadros que me han llamado la atención por algo.

Le gusta decir que es un pintor de repertorio.
Sí, porque nunca descarto los temas por el hecho de haberlos tratado. Cuando creo que puedo retomar un tema que ya he hecho anteriormente e introducir algo diferente, lo retomo. Por eso muchos temas me acompañan desde siempre.

Respecto a su nuevo proyecto sobre ropajes, ¿va a interpretar a grandes modistos?
No, la idea es la del estudio de la evolución de los ropajes en la historia. Sobre cómo han llegado a nuestra sociedad desde los griegos y los romanos. Antes me refería a ello como reflexión sobre el cuándo vienen y cuándo se van las cosas. Algo muy misterioso para mi.

En la reinterpretación de los "maestros" ¿todo vale?
Los grandes maestros producen entre los consumidores, en general, y entre los artistas, en particular, una atracción. ¿Cuánta gente, por ejemplo, ha interpretado "Las Meninas" de Velázquez? Tuve la suerte de encontrar un libro de una tesis doctoral de una chica en Suiza que, al margen de la calidad, hablaba de la cantidad de personas que habían trabajado sobre "Las Meninas", y eran cientos de personas. Es curiosa la atracción que un cuadro puede provocar. Y en este caso no sólo la produce en los artistas plásticos, sino que a otros autores les ha inspirado composiciones musicales, otros han escrito sobre ellas... Algunos cuadros son susceptibles de producir ese encanto. A veces me influye más contemplar un paisaje de Friedrich, a la hora de pintarlo, que verlo en directo. La verdad es que he aprendido a leer el paisaje a través de las obras de otros. Por ejemplo, me gusta una manzana a partir de Paul Cézanne; o unos girasoles porque ya los pintó Vincent van Gogh. Es curioso como uno ve la realidad a través de las artes.


Si Velázquez levantara la cabeza ¿qué pensaría de sus "Meninas"?
Me imagino que estaría muy contento de ver esa gran influencia de su obra, porque dicha influencia no sólo es una referencia individual, sino que a partir de los "maestros" se han abierto caminos para que se produzcan otras cosas. Las referencias no siempre son directas. En mi caso, cojo una imagen de Velázquez, del siglo XVII, la pinto a una escala de 3 metros y ocurre que de repente hago referencia al "pop art", que me ha enseñado que una obra puede ser enorme y que no pasa nada por ello. Es decir, con ello aludo a una manera de hacer que ha creado un modelo de comportamiento, pero también transformo el proceso de veladuras en una creación totalmente matérica. Uno va construyendo sobre lo que la historia del Arte ha puesto ya en sus manos.

Antonio Saura le definió como un pintor caníbal que vampirizaba la Historia del Arte. ¿Está de acuerdo?
Sí, es evidente que no hay nada que se produzca sin tener en cuenta el pasado. Todo está encadenado.

¿Le molesta que le consideren un artista "pop"?
No en absoluto. Cuando uno está en esta profesión está expuesto a que la gente interprete su obra de mil maneras, en función de su sensibilidad y de sus conocimientos. Como cada cual hace su lectura uno, afortunadamente, oye de todo. Yo mismo no veo igual determinados cuadros míos ahora que hace veinte años.

¿Cómo valora su paso por el Equipo Crónica?
La pregunta que me haría ahora sería: "¿Qué estaría haciendo yo en el Equipo Crónica si no hubiera desaparecido?". Estoy muy feliz del tiempo que estuve allí. Crónica forma parte de mi biografía y de mi formación. Pero es natural que las cosas hayan cambiado.

Antes el arte tenía muchísimo más de crítica social.
Depende de en que lugares y en que momento. En la época de Crónica, en España había una situación anómala, frente a Europa vivíamos una dictadura. Muchos estuvimos entonces comprometidos tratando de que la normalidad llegara. Lógicamente cuando se vive en la normalidad se tiene otra manera de hacer que cuando se vive en una dictadura.

Desde su experiencia como neoyorquino de adopción, ¿recomienda a los jóvenes artistas españoles una estancia en la ciudad de los rascacielos?
Hay que decir que cuando me fui de Valencia a Nueva York, en la ciudad no existía ni el IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno). Sólo había una pequeña galería. Hoy, en nuestro país ya hay medios para formarse. Siempre digo que en Nueva York no están los mejores pero que los mejores proyectos pasan por Nueva York. Aunque cabe reconocer que, artísticamente, hay otras ciudades importantes como Berlín.

¿Le resultó difícil adaptarse a Nueva York?
Nueva York es una ciudad de acogida por naturaleza. El 60 por ciento de la población son inmigrantes o descendientes. Cuando repaso mi paso por Nueva York me acuerdo de que he tenido tres exposiciones en la calle, y la última, en Broadway, ha durado 6 meses... Y ahora cuando ya pensé que nada más existía para tomar las calles, me ofrecen otra en el Jardín Botánico. ¡Qué voy a decir de Nueva York!, aquí no me puedo sentir mejor. Cuando los periodistas me preguntáis aquello de "qué espero en la vida", suelo contestar que me gustaría conducir como un fitipaldi; boxear como Cassius Clay o tener un cuadro en el Metropolitan. Y la cuestión es que a los seis meses de vivir aquí ya tenía una obra en el Metropolitan. En Nueva York los sueños se cumplen. Aunque reconozco que para algunos es una ciudad dura donde nadie es imprescindible.

¿Es ese el sueño americano?
No le recomendaría nunca a nadie que viniera a Nueva York con la idea de triunfar. A la ciudad de los rascacielos hay que venir a aprender.

Allí cuando uno cree haberlo visto todo, seguro que siempre sucede algo que le sorprenda mucho más.
Sí. Hace un año estaba trabajando en un cuadro con un rostro de varios colores y cuando bajé al supermercado la cajera llevaba la cara en tres colores, como si tal cosa, sin complejos... A veces uno se queda un poco perplejo ante cierta libertad.

Ya sabe que Internet es un archivo que conforman verdades y mentiras. Leí sobre usted una afirmación, que me chocó, donde decía que el arte nunca se ha hecho para estar en los museos.
Eso es incierto. Los museos preservan tesoros y son muy necesarios. Debemos estar muy agradecidos a todos los profesionales que cuidan de nuestro arte. Los museos son mi alimento.