Orencio Ortega, May Pascual, Jesús Calvo, Gloria López y Pedro Morales, los protagonistas | Luis Casilla

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Cinco personajes en una habitación, un encuentro familiar en el que sale a colación el nombre que se pondrá a un futuro bebé. Ese es el punto de partida de «Le prenóm», una obra de teatro escrita por Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière que se convirtió de forma casi inmediata en todo un éxito de la cartelera gala. Tanto que dio pie al estreno en 2012 de su adaptación cinematográfica de la mano de sus propios autores, sin demasiada experiencia en el mundo del séptimo arte, pero igualmente consiguieron conquistar al público y se llevaron dos premios César.

Un camino que inmediatamente dio el salto internacional, con destino a España, donde la comedia de Delaporte y Patellière ha sido objeto de varias producciones y adaptaciones teatrales. Una de ellas, la de Daniel Veronese, se encargará la próxima semana de inaugurar la programación otoñal de la Sala Multifuncional de Es Mercadal, con una doble función que tendrá lugar los días 4 y 5 de octubre (21 horas).

La respuesta de un padre a la opción elegida para el nombre de su hijo genera tal revuelo que da para que los protagonistas de la historia hablen largo y tendido del que si duda es el tema principal de «El Nombre», la familia, «con toda su complejidad», comentan desde Gloria López Producciones, compañía responsable de un montaje que definen como «una comedia viva, delirante y emotiva que deja al descubierto los verdaderos problemas de sus protagonistas».

Al frente de esta historia sobre las relaciones humanas está Daniel Veronese, un dramaturgo argentino con un solida trayectoria a sus espaldas, por la que fue reconocido en 2013 con un Premio Max Iberoamericano por haber establecido un puente artístico entre España y Latinoamérica.

«‘El Nombre’ es una comedia directa, cercana e hilarante sobre la amistad y los afectos», apunta Veronesse, que también se ocupa de la dirección de la obra y considera que la pieza que ahora se estrena en Es Mercadal se convierte sobre el escenario «en un laboratorio sobre la hipocresía y la mezquindad humana; sobre cómo, en la sociedad de hoy, prejuzgamos a quien se atreve a mirar hacia un lado que nos pueda incomodar».