La actriz y cantante Ana Belén, junto a los directores de cine Javier Ambrossi (i) y Javier Calvo, presentadores de la Gala, posan a su llegada a la ceremonia de entrega de la 38 edición de los Premios Goya, este sábado en Valladolid. | Mariscal

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Mientras que Belén Rueda trataba de salir del coche que la llevó a la gala de los Premios Goya sin estropear el espectacular diseño que lució de Valenzuela Atelier, los chalecos amarillos de los centenares de agricultores y ganaderos se avistaban a pocos metros del recinto ferial de Valladolid en plena ebullición de sus protestas por todo el país; del glamuor de las estrellas del celuloide al hartazgo del sector primario.

La alfombra roja de la gran noche del cine español fue el escenario perfecto para otra y necesaria reivindicación: muchos de los invitados portaron uno de los pai pais con los que la asociación de mujeres cineastas CIMA gritan contra la violencia sexual y el acoso en la industria, un nuevo Me Too surgido a raíz de las acusaciones de tres mujeres contra el cineasta Carlos Vermut, aunque siempre hay quien da la nota discordante: «Me parece un error sacrificar el trabajo de quien ha cometido un error», dijo José Sacristán a su llegada a la gala. ¿Cancelación al canto? Pero, según los presentadores de la 38 edición de los Goya, Javier Calvo, Javier Ambrossi y una espléndida Ana Belén, allí no sobraba nadie porque la alfombra ‘fucsia’ es «un reflejo de la sociedad» y «hay hueco para todos».

Polémicas a un lado, el desfile de estrellas y ‘modelitos’ no defraudó, aunque se notó la ausencia de grandes en este terreno, como Penélope Cruz, aunque hubo allí otra superstar de Hollywood: la mítica Sigourney Weaver. La ruda teniente Ripley recogió el Premio Goya Internacional, un galardón sin sentido pero que aporta algo de condimento a una ceremonia que suele ser larga y aburrida –este artículo se cerró antes de que finalizara el evento–.

Ceremonia de entrega de los Premios Goya 2024

Polémicas a un lado, el desfile de estrellas y ‘modelitos’ no defraudó y se notó el poderío de grandes en este terreno, como Penélope Cruz, aunque no fue la única superstar de Hollywood de la noche: allí estaba la mítica Sigourney Weaver. La ruda teniente Ripley recogió el Premio Goya Internacional, un galardón sin sentido pero que aporta algo de condimento a una ceremonia que suele ser larga y aburrida –este artículo se cerró antes de que finalizara la gala–.

Además de estas dos grandes mujeres, los rostros del cine y la televisión española, sobre todo las nuevas generaciones, pisaron con fuerza: Elena Martín, Ana Rujas, Amaia, La Dani, Pol Monen, Carolina Yuste y muchos otros acapararon los flashes de las decenas de reporteros gráficos plantados a las puertas del recinto desde bien entrada la tarde. ¿Veremos algún día una protesta de los periodistas por tener que aguantar cuatro horas de gala? Uno tiene sus dudas.

En definitiva, los Goya no son los Oscar, ni quieren serlo.