La primera caixera de Maó, descendiente de Rubió, en 1979 junto al Caixer Batle Guillermo Gardés.

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La participación femenina en las fiestas patronales de Menorca, excepto Ciutadella, está ya tan extendida que el año pasado 180 mujeres -el 32,3 por ciento de los jinetes inscritos- tomaron parte en la qualcada de los otros siete municipios de la Isla. De hecho, en Sant Lluís casi la mitad de los 'caixers', 22 de 50, eran mujeres.

La primera protagonista de la historia, el 23 de agosto de 1970, fue Consuelo Marquès Melià (Ferreries, 1950) quien, tras recabar el consentimiento del alcalde Joan Serra y de la mayoría del gobierno de la época, se estrenó con tan solo 19 años de edad en las fiestas de Sant Bartomeu. Consuelo salió durante 30 años y fue también, en 1995, la primera caixera casada de Ferreries. Su hija Estrella se convirtió a su vez en 2000 en la primera sobreposada (soltera).

Hasta entonces, los hombres eran los únicos que participaban a caballo en Menorca. No obstante, el ejemplo de Consuelo cundió de tal forma que, ocho años después, le salió competencia. Marta Triay Humbert (Alaior, 1953) debutó en 1978 en Sant Jaume y Sant Llorenç y, en años sucesivos, en Es Migjorn, Sant Lluís y Cala en Porter.

Menos en Es Mercadal, donde Joana Sintes Villalonga, primero, y María Jesús, madona del lloc de Carbonell, después, abrieron la participación femenina en Sant Martí. En las fiestas de Gràcia, en Maó, el privilegio de ser la primera mujer correspondió a una descendiente del doctor Fernando Rubió.

Sant Lluís tuvo en 1983 la primera caixera batlessa. El alcalde Quicus Pons Olives confió  la presidencia de la qualcada a su novel concejal Joana Pons Marquès (26 años), quien repitió sin interrupción hasta 1991.

Todas ellas pudieron participar ya desde el primer momento en igualdad de condiciones, aunque no de vestimenta. A Consuelo la obligaron en 1970 en Ferreries a cambiar la levita por una chaqueta, mientras que Joana Sintes no pudo lucir guindola en Es Mercadal y tuvo que mudar el frac tradicional por una americana.

Como en Ciutadella, la mayoría de fiestas nacieron en torno a una ermita y en el seno de sociedades machistas que no concebían ningún papel preponderante a las mujeres. Así que romper la tradición y permitir que pudieran formar parte de la qualcada supuso al principio un shock para numerosos vecinos. Pero los protocolos que, con el tiempo, se han plasmado por escrito no contemplan exclusiones.

Aunque se habla de caixers en masculino, se da por supuesto que el término también alude a mujeres.

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