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Sin jaleo, pero con alegría. Cala en Porter no se rindió ayer ante la lluvia y adaptó la última de las fiestas menorquinas del calendario estival a un clima incierto. Las primeras gotas sembraban las dudas entre los caixers en el replec, que por seguridad, decidieron seguir con la celebración sin caballos. La melodía del fabiol de Cristóbal Vinent puso color a una comitiva que recibió las canyes verdes a pie después de una especial misa presidida por los gigantes y cabezudos que, con la banda de música, animaron las calles desde primera hora de la mañana, cuando los vecinos se encontraron en la plaza para compartir un trozo de ensaimada mojada en cremoso chocolate.

El cambio en el cielo a partir de la tarde permitió volver a los actos programados, entre los cuales una rifa y la fiesta de la espuma, que hizo olvidar a pequeños y mayores lo poco cálido del ambiente, para que la multicultural comunidad de vecinos terminara bailando a ritmos internacionales en la Plaça Gran y los bares de la urbanización hasta bien entrada la noche, cuando se lanzaron los fuegos artificiales y sonó la traca final para cerrar las fiestas, que celebra la urbanización de Alaior desde los años 70 gracias al impulso de la asociación de vecinos. En esta 42ª edición de la fiesta ecuestre a la vera del mar acudieron ayer una cuarentena de jinetes acompañados de la caixera presidenta, Orquídea Sánchez, y el caixer fadrí Adrián Coll, además del fabioler Cristóbal Vinent.