Maó. La seriedad se adueñó de la sesión celebrada en la sede del Consell, que se prolongó por espacio de tres horas - Gemma

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Entre los brotes verdes del presidente Marc Pons y el negro escepticismo de la 'popular' Juana Francis Pons Vila se movió el Debate de Política General del Consell celebrado ayer en la sede de la institución insular en Maó. Tras tres horas de una sesión, trufada de filosofía -"para actuar políticamente hemos de pensar políticamente", apuntó el socialista Damià Borràs-, todos los grupos políticos que integran la corporación acordaron trabajar en la definición de una estrategia de marca propia para la Isla y en la presentación de la candidatura de la Menorca Talaiòtica a Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Más allá de estos grandes pactos, el debate evidenció las carencias del Consell, entendido como gobierno de Menorca, las paradojas del juego democrático- dos horas y media de intervenciones para el equipo de gobierno frente a media para la oposición-, las lógicas divergencias entre conservadores y progresistas y, especialmente, la indisimulada brecha que se ha abierto en la relación entre Pons y la consellera Antònia Allès, por mucho que ambos se intentaran acercar al otro en diversos momentos de sus alocuciones.

Como lo cortés no quita lo valiente, el Debate de Política General comenzaba con Allès, Borràs y Pons Vila, portavoces de PSM-Verds, PSOE y PP, dirigiéndose hacia el Salón de Plenos en animada conversación. La distensión que acompañaba a los conselleres en los prolegómenos de la sesión se desvaneció en el mismo instante en el que Marc Pons tomó la palabra, pocos minutos después del mediodía.

Los rostros de los miembros de la corporación insular tornaron serios, sin que el optimismo que destilaba la intervención del presidente consiguiese aflojar la concentración reinante en el ambiente. Hubo que esperar casi diez minutos para que asomaran sonrisitas incrédulas en las caras de los consellers 'populares' a cuenta de los 300 millones de inversión pública durante el mandato de los que presumió Pons. Sonrisas similares y comentarios en voz baja aderezaban las palabras de un presidente que, en letanía monocorde, desgranaba los cinco grandes ejes sobre los que pivota la acción del gobierno insular.

Pons respondió con indiferencia -ni siquiera levantó la vista- al inopinado hachazo por la duración de su discurso -casi 50 minutos- con el que comenzó Allès su intervención. La portavoz de PSM-Verds renunció a valorar la gestión del gobierno del Consell -"ya lo ha hecho en su intervención nuestro presidente", dijo-, optando por traer a la sesión al juez Garzón y a los numerosos casos de corrupción que salpican la vida política, aludiendo al PP y haciendo una llamada a la regeneración y la dignificación de la vida política.

Ni campo ni bisutería, ni calzado, ni artesanía. Las referencias a la Isla llegaron de la mano del PTI y de la insuficiente financiación con una Allès inusualmente apagada.

Algo más rumboso -tampoco lo suficiente para captar el interés del presidente (todo escuchar, asentir seriamente, tomar notas)- se mostró Damià Borràs. Su discurso sirvió de complemento al de Pons, con referencias a la capacidad de gobierno del Consell, a la importancia del debate y a la crisis, cuya manera de abordarse constituye la principal diferencia entre progresistas y conservadores, según explicó el conseller socialista.

En tono casi poético, el portavoz del PSOE devaluó la diagnosis y las propuestas del PP respecto de la situación económica, como preludio de su explicación sobre la nueva vía menorquina de crecimiento, "que necesariamente ha de ser la vía del crecimiento en bienestar", basada en la formación, la innovación y la calidad.