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La crisis económica marcó el debate de política general de 2009 y ha vuelto a hacerlo este año. Hubo cifras, pero menos, tributarias en todo caso de la estadística (esa ciencia por la que si una persona come un pollo y otra no come nada, a nivel estadístico, cada persona comió medio pollo) y donde unos- gobierno- ven la luz al final del túnel, otros- oposición- insisten en que Menorca va mal. Nadie asumió la responsabilidad, la coyuntura, el lastre de un partido minoritario o una gestión de los recursos públicos mejorable fueron los argumentos esgrimidos en un debate que obvió la otra crisis, la de la pérdida de confianza que el PSM ha confesado sentir respecto de sus socios de gobierno en buena parte de las instituciones menorquinas, la del desencanto ciudadano por la clase política, aunque hubo quien se refirió a la necesaria regeneración.

Faltaron palabras (con enjundia, porque hablar se habló), pero no gestos. Medias o amplias sonrisas, suspiros, bufidos, miradas al cielo, algunas cómplices, muchas esquivas, cabeceos, bostezos puntuaron una sesión en la que flotó en el ambiente una sensación de incomodidad, como de no estar donde uno querría. Y eso que Borràs insistió en la importancia del debate.