Observador. Caules, con periódicos tailandeses de estos días, habla del choque reciente entre la "amataya" y las clases pobres - Javier

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Llega como una exhalación y de la misma manera se marcha no sin antes bosquejar con pinceladas certeras y precisas el episodio que ha puesto Tailandia en el ojo del huracán informativo. Francesc Caules Sintes (Maó,1933) aprovecha su estancia en Menorca para blanquear su casa de Binibèquer y distanciarse de la revolución de los camisas rojas.
Distanciarse en lo geográfico, porque, como todo lo que sucede en el país asiático, su casa desde hace 15 años, la revuelta que ha sacudido Bangkok ha pasado por el filtro de su mente inquieta y despierta.

Y lo ha hecho dejando una firme convicción, que, como un mantra, repite a lo largo de la entrevista. "Es tan complicada la situación en Tailandia que cada uno cuenta su versión. La verdad no la tiene nadie. No se puede pontificar ni dogmatizar", advierte Caules. La complejidad a la que alude este singular jubilado mahonés combina monarquía consolidada, reminiscencias feudales, lucha de clases, corrupción, creencias budistas, idealismo, bahts y ansias de poder.

"Todo empieza cuando el ex primer ministro, un hombre que viaja en jet privado y que estaba comprando el sábado pasado en Louis Vuitton mientras masacraban a su gente, pidió que salieran en su defensa. A partir de entonces, unas 30.000 personas se hacen fuertes en la zona comercial más importante de Bangkok. Hasta ese momento, la élite de la capital, la "amataya", formada por la Casa Real, la nobleza y los super millonarios, había convivido con las clases pobres, que aceptaban a los privilegiados por Buda, cuyas enseñanzas obligan a reverenciar a los ricos, que lo son por sus méritos acumulados en otra vida", relata Caules.

El populismo del ex ministro Thaksin Shinawatra, los reductos de un Partido Comunista que emergió en la década de los 60, para ser sofocado por las armas y amnistiados e integrados sus miembros poco tiempo después, el idealismo y las "retribuciones" - transporte desde los pueblos pagados y 500 bahts (unos 10 euros) diarios- por participar en la revuelta consiguieron dinamitar esta precaria paz social que, a juicio de Caules, hundía sus raíces en una mentalidad feudal, fruto de una estructura económica y social que pervivió hasta 1932.

Con estos mimbres nos es difícil creer que "en Tailandia, la policía, el Ejército y el pueblo están divididos", según asevera Caules, quien ha ido disparando un sinfín de datos y apreciaciones, antes de formular una inquietante hipótesis. "Esto es algo más que una lucha de clases, la clásica confrontación entre pobres y ricos", asegura este observador, quien constata la existencia de "camisas rojas" y "camisas amarillas", un férreo culto a la monarquía y unas reducidas aspiraciones republicanas que se han colado en el conflicto, pese a que Caules no duda en tacharlas de "elucubraciones".

Así las cosas, el mahonés insiste en que es complicado explicar que está pasando, "nadie es capaz de decirlo con exactitud porque hay una serie de matices que lo complican todo. Tampoco resulta sencillo clarificar cuál fue el desenlace de la "ocupación" de los camisas rojas, por qué tras haber aceptado el Gobierno sus peticiones la revuelta acabó el sábado en baño de sangre de manos de miembros de las fuerzas especiales tailandesas, que sustituyeron a una policía que se había demostrado ineficaz.

"Hubo disensiones internas, entre los que aceptaron las condiciones del Gobierno, que eran las que ellos mismos habían exigido, y los que empezaron a pedir más. Muchos salieron del campamento, pero no se sabe muy bien dirigidos por quién, otros se entregaron a la anarquía y al vandalismo absoluto", apunta Caules.

La ciudad que, según este observador privilegiado, había vivido al margen, aunque sin moto-taxis - "todos estaban del lado de la revolución, entre otras cosas por los bahts que recibían"- de lo que acontecía en la zona ocupada por los camisas rojas, se llenó del denso humo proveniente de los neumáticos y los edificios incendiados. Negro preludio para Caules de lo que está por venir. "No se ha acabado la historia, yo, como otros, llevamos tiempo diciendo que se avecina una guerra civil, esto ha sido el principio", sostiene el mahonés, que volverá a vivir lo que venga en primera persona.Vuelve a Tailandia el sábado.