‘seven seas mariner’. El crucero, procedente de Palma y con destino a Francia, atracó durante la jornada de ayer en el puerto de Maó - Gemma Andreu

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Las inversiones dirigidas a crear las infraestructuras necesarias para el atraque de grandes cruceros en el puerto de Maó "se han boicoteado desde el propio Ayuntamiento" y también desde el Consell insular a lo largo de más de una década. Así lo consideró ayer el presidente en Menorca de la Asociación Empresarial de Actividades Marítimas de Baleares (APEAM), José Ignacio Seguí Chinchilla, quien valoró el descenso en las escalas de cruceros en Maó como un proceso paulatino, vaticinado hace años y que ha conducido a este tipo de turismo a tener un "carácter residual" o, como reza la expresión menorquina "morir de finor", aseguró el empresario.

Y es que los últimos datos de Autoridad Portuaria de Balears sobre las previsiones de llegadas de cruceros para 2010, que suponen un descenso del 34 por ciento respecto a 2009, confirman la tendencia avanzada por los empresarios del sector a finales de los años 90, cuando se adivinaba que los cruceros de nueva generación, auténticas ciudades flotantes con capacidad para entre 2.000 y 3.000 turistas por barco, sustituirían a los buques que tradicionalmente elegían Maó como escala en sus rutas por el Mediterráneo.

"En 1998 éramos punteros en este tipo de turismo pero ahora se ha quedado en un turismo residual, porque políticamente no ha interesado realizar las inversiones que pedían los armadores", afirmó el responsable de APEAM, quien recalcó que Autoridad Portuaria ha decidido desviar esas inversiones a otros puertos de Balears para dar respuesta a las necesidades actuales del negocio de los cruceros, "la tendencia actual se veía muy clara", añadió Seguí Chinchilla. Los puertos competidores en las propias islas, Eivissa y Palma, crecerán este ejercicio en número de cruceros un 9,8 y un 26 por ciento respectivamente.

Sobre las instalaciones necesarias para el atraque de superbuques, el delegado de APEAM recordó la existencia de un estudio para crear una terminal que, finalmente, se quedó en algún cajón de Autoridad Portuaria. En 2002, cuando aún se estaba a la espera del traslado de la descarga de combustible de CLH –hoy día una realidad–, dicho estudio indicó que la mejor ubicación para el muelle de grandes cruceros y la maniobrabilidad de éstos era fuera de Cala Figuera, entre ésta y Cala Fonduco.