Protesta. Los manifestantes criticaron lo que consideran una puñalada de Zapatero - Cris

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Doce y media de la mañana. Un ciudadano de unos 60 años pasea tranquilamente por la Plaça des Pins de Ciutadella. Mientras contempla los niños jugando -más que otros días-, oye unos gritos que llegan de la Contramurada. Se gira, y ve cómo avanza hacia la plaza una manifestación, encabezada por una especie de performance protagonizada por un payaso, un cocinero y otros empleados acosados por la patronal. Saca su cámara fotográfica e inmortaliza el momento que, sin duda, es la mar de estético.

Y es que ayer, en Ciutadella, la huelga general apenas se notó en las calles. La inmensa mayoría de los comercios de la ciudad permanecieron abiertos. Varios comerciantes comentaban que, aunque pudieran compartir alguno de los argumentos de la protesta, no se podían permitir el lujo de cerrar su negocio durante todo un día. De hecho, algunos de ellos se asomaban a las puertas de sus negocios cuando pasaba la manifestación, que congregó a unas 200 personas. Coreando el imprescindible "No nos mires, únete" y en alguna ocasión "Zapatero dimisión", la marcha transcurrió sin incidentes, con una gran presencia de agentes de la Policía Local y también de la Nacional.

Ajenos a la manifestación, los colegios de Ciutadella abrieron sus puertas con relativa normalidad. En el Margalida Florit, la mitad de los profesores hizo huelga, y además, muchos padres optaron por no llevar a sus hijos al cole. La directora del centro explicaba que casi un 80 por ciento de los alumnos no había acudido a clase, y eso se notaba en las aulas, algunas de ellas con las sillas aún encima de los pupitres, y otras en las que los niños jugaban. Pocos fueron los que hicieron clase normal, y esa fue la tónica dominante en el resto de centros. También en los institutos de secundaria se notó la huelga, y algunos alumnos pasaron más horas de las habituales en el patio por falta de profesorado.

En otros servicios, como en Correos, la normalidad fue la tónica dominante. En la sede del Consell, los funcionarios redujeron su horario y no abrieron por la tarde, pero poco más. No había diferencia entre pasear ayer por el centro de Ciutadella y hacerlo otro día.

Y eso que incluso algunos turistas aseguraban estar enterados de la situación, y explicaban que "queremos ver cómo se reacciona en España ante las medidas que también se toman en el resto de Europa". Y es que la de ayer en Ciutadella fue una huelga más estética que pragmática, con pocos efectos visibles en la calle. La mayor duda que dejó la jornada fue saber quién cuidó de los niños que no fueron a clase. Seguramente los abuelos se cargaron aún más de trabajo.