Javier Sádaba. Durante su intervención en las Jornadas del Fons - Javier

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El catedrático de Ética en la Universidad Autónoma de Madrid Javier Sádaba (Portugalete, Vizcaya, 1941) ofreció la conferencia "Sociedad, valores y crisis" dentro de las XIII Jornadas del Fons Menorquí celebradas en la sede del Consell. Crítico con los políticos, "en lugar de una solución, son un problema para el país", Sádaba lamenta la pasividad de la sociedad española y la crisis de valores que rezuma, "hemos avanzado mucho en egoísmo y retrocedido más en altruismo", afirma. Y ante el creciente poder de los poderes económicos a nivel mundial, propone la creación de organismos supranacionales que velen por la equidad y la Justicia universal. En su empeño de acercar la filosofía al gran público, Sádaba acaba de publicar "El amor y sus formas".

¿Es difícil ser filósofo y accesible?

Sí, pero si tomas los ejemplos adecuados, y eliminas el argot y la jerga se consigue llegar a la gente porque la filosofía habla de aquello que le importa; la felicidad, la justicia, el buen vivir...

¿Amor y crisis no ligan mucho?

Con la crisis hay menos divorcios. El dinero modifica ciertas costumbres y el amor no sólo es matrimonio, es algo más profundo en la vida de las personas. También es cierto que con la crisis la gente se hace más egoísta, pero también posibilita actitudes más altruistas. La crisis pone al descubierto las heridas de la sociedad y hay más actitudes solidarias.

Lo que realmente ha descubierto la crisis ha sido la irresponsabilidad y codicia de unos banqueros. ¿Pero no cree que también ha puesto de relieve una crisis de valores, de credibilidad de los gobiernos por no controlar a esos banqueros?

En la situación actual los políticos se han convertido en títeres de las finanzas. La economía debería de estar supeditada a la política. ¿Por qué el Banco Central está por encima de todos los gobiernos europeos?, ¿por qué se dicta todo desde los poderes que tienen que ver con el gran capital? La dimisión de los políticos de su deber tiene su origen en que sólo hacen pequeña política para ganar las próximas elecciones.

La mediocridad del poder.

El político inteligente e intelectualmente hábil ha desaparecido.

¿Pero la culpa de lo que tenemos se debe a una sociedad pasiva e inmovilista?

En España los males de la transición (también han existido muchas cosas buenas) se han metido en los partidos hasta en la sopa. Eso les ha convertido en gestores que todo lo manipulan y han relegado a la soberanía popular al cuarto de los trastos. Pero el problema de la democracia son los demócratas. Los políticos están ahí porque los hemos votado. La gente lo que tiene que hacer es reivindicar más sus derechos, ser menos pasiva, salir a la calle cuando tiene que protestar. Al final todo pivota en cada uno de nosotros. Aunque el que tiene el poder tenga mucha responsabilidad, la última instancia es la libertad de cada individuo.

¿Entonces la crisis económica no es más que la consecuencia de otra crisis que subyace en la sociedad?

Es una crisis intelectual en el sentido de que apenas se escucha y se argumenta mal y poco. El Parlamento mismo es el mejor ejemplo del no razonar; donde se habla con el voto ya hecho. Pero por encima de todo existe una crisis moral. Hemos avanzado mucho en egoísmo y retrocedido más en altruismo.

Parece claro que para salir de la crisis hay que poner en práctica estos valores positivos. Curiosamente una de las resoluciones de la última reunión del G-20 es la necesidad de hacer esfuerzos comunes, eliminar el proteccionismo, y más solidaridad de los mercados. Pero a la hora de la realidad lo que prima es el sálvese quien pueda.

Eso es lo que prima en las crisis. Por eso la confianza que pueda tener en el G-20 es nula; son los mismos perros con distintos collares. La única forma de conseguir algo parecido a la universalidad y el equilibrio y no a la competencia, es la creación de organismos internacionales. De la misma manera que existe un Tribunal Internacional Penal, tendría que haber un tribunal económico internacional. Debería desaparecer ese poder omnímodo y divino de los estados y tener instituciones operativas a nivel mundial.

Existen ya las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional.

Precisamente son todo lo contrario a lo que hay que crear. En estas instituciones priman los intereses minoritarios y de los países ricos. Sé que lo que yo pretendo es muy utópico, pero es donde hay una mínima salvación de la sociedad.

Le veo pesimista.

Hay que ser pesimista con los hechos y optimista con los ideales. Soy muy pacifista en el sentido moral de la palabra, pero no desconozco que hoy día hay más de 80 guerras en curso, eso no quiere decir que dimita de mis ideales.

¿Podría lanzar algún consejo para reponernos de esta situación de crisis?

Primero detenerse, hacer una paradiña y pensar dónde se puede actuar en función de nuestras cualidades y posibilidades.

El año próximo hay elecciones. ¿Es un buen momento para empezar a cambiar cosas?

Yo suelo propugnar la abstención porque hay que pegarles un susto a los políticos. Ellos quieren que siga el ciclo.

¿Pero volvemos a la pasividad que nos ha conducido a esta situación?

No. Porque después hay que implicarse. Si la sociedad cambia, no seguirán los mismos. Estoy convencido de que si se siembra una semilla en la sociedad puede germinar una buena política. Uno se puede implicar en una ONG, en la cuestión del Sahara o en recordar a los políticos constantemente que en lugar de ser la solución del país son un problema.

¿Está a favor de las listas abiertas?

Por supuesto. Uno tiene sus utopías, pero también tiene que ser pragmático. Es bueno tomar distancia, castigar, protestar, salir a la calle y exigir.Curiosamente, con el alto porcentaje de paro que existe, la sociedad no protesta, no castiga. Tal vez lo que se demuestra es el alto porcentaje de economía sumergida.Probablemente. Pero junto a eso está la inercia que tienen los españoles. En Gran Bretaña y Francia los estudiantes han salido a la calle y aquí no se atisba ninguna movilización.

Lo que sí se observa es una radicalización de la sociedad hacia los extranjeros. ¿A medida que las cifras económicas se hunden resulta más difícil reconocer una sociedad tolerante?

El chivo expiatorio es el recurso más fácil, independientemente de la pésima política de inmigración que en mi opinión realizan todos los partidos. Lo que debemos hacer es mirarnos más a cada uno de nosotros.