Maó. La proliferación de estos elementos desvirtúa en ocasiones su valor en favor de la seguridad - Gemma Andreu

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La remodelación que llevan a cabo algunas ciudades de su casco antiguo o simplemente de calles o plazas ha puesto de moda la proliferación de bolardos y pilonas para delimitar calzadas, aparcamientos y aceras. Aunque este elemento es un clásico en el mobiliario urbano, algunos ayuntamientos desconocen que la virtud está en el término medio y hacen de ellos cada vez más un uso excesivo.

El amor municipal por el bolardo ha desembocado en pasión y frenesí. Y aunque para muchos puede ser ésta una apreciación subjetiva, llama la atención la ausencia de una mínima armonía en los modelos instalados en una misma ciudad, circunstancia que contribuye a incrementar la sensación de desmesura. Éste es el caso de Maó, donde pueden encontrarse bolardos y pilonas de todas las formas, materiales y colores posibles; de hierro fundido, de goma, plástico y de tonos verde y amarillo reflectante. Los hay con escudo de la ciudad y sin él, rechonchos y bajos o largos y estilizados, acabados en forma de pirámide o en borla, e incluso los hay con nombres cosmopolitas; "modelo París", "pilona Barcelona", "Vía Julia" o "Vía Augusta", entre otros. Y la última moda son los bolardos de nueva generación, las "tecnopilonas", piezas automáticas o semiautomáticas que "brotan" del suelo a gusto del consumidor cuando más se las necesita.

Salpican calles enteras

Muchos de los bolardos y pilonas que salpican Maó se pueden encontrar en el casco antiguo, en los paseos, en la zona de ensanche, en las cercanías del puerto y en el Aeropuerto. Protegen vados, aceras, esquinas, semáforos y parterres. En algunos casos acompañan calles enteras, como es el caso del Camí des Castell, la calle de la Reina, Sant Roc, Sa Raval y Sa Rovellada de Baix y, en otras ocasiones se acomodan de forma parcial en J. A. Clavé, Sa Rovellada de Dalt, la plaza Explanada, Bellavista, Concepción y la plaza Bastió, entre otras calles.

Maó se ha ganado el título de "ciudad a un bolardo pegada" aún reconociendo el gran valor y la utilidad de este elemento para proteger viandantes y zonas restringidas. Sin embargo, cuando se abusa se pueden ver escenas tan curiosas como la que se produce en la calle S' Arraval. En el caso de que se crucen varios peatones, la estrechez de la acera les obliga a sortear los bolardos componiendo con sus piernas una enmarañada y zigzagueante danza urbana.