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"En campaña todos prometen mucho pero a la hora de la verdad, cuando más apurada estás, te sientes muy sola". Es lo primero que me dice Francisca Calderón Rodríguez la tarde que hablamos por teléfono. Un día después, en su casa, una casa humilde, muy limpia y ordenada, la amargura se ha suavizado, no así el miedo que tiene de que "le quiten a sus hijos".

Y es que las cosas no han sido fáciles para Xisca. Madre a los 16 años- "cosas de la rebeldía adolescente", resume sin ápice de autocompasión- esta joven que se siente ciutadellenca pese a haber nacido en Valdepeñas -"vine con un mesecito", puntualiza- ha sido víctima de maltrato y madre de otras dos niñas.

"Lo quieres y piensas que va a cambiar pero eso no cambia nunca", comenta escuetamente al ser preguntada por su expareja. "Además, pese a todo, él iba trabajando y traía dinero a casa. Y eso sí que te digo, antes de que me quiten a mis hijos prefiero que me hinchen a puñetazos", sentencia Xisca.

Habla con suavidad, una convicción resignada y un punto de normalidad que por momentos asusta, sin embargo, le tiembla la voz cuando llega su coco particular, perder a sus niñas. "A mi hijo no lo tengo conmigo, está en régimen de acogimiento y yo ya sé como funciona esto, es muy fácil que te los quiten y muy difícil que te los vuelvan a dar".

Soy madre para mis dos hijas pero no para mi hijo", comienza a explicar.

El temor de que se pudiera repetir esto con su hijas de 7 y 4 años, nació cuando, según cuenta, ante un momento de dificultad el Servicio de Protección de Menores le planteó esta posibilidad. "Ahora estoy pasando por una mala etapa porque no tengo trabajo pero no hay ningún problema, soy una buena madre, y pese a eso lo único que me dijeron es que diera a las niñas en acogida un tiempo", relata.

Desesperada, Xisca empezó a mover el cielo y la tierra. "Incluso fui al Ayuntamiento para hablar con Pilar Carbonero, aunque no conozco a la alcaldesa ni entiendo de política, pero no me recibió. Finalmente, me atendió Magí Muñoz y se comprometió a ver qué se podía hacer", cuenta la joven, que no puede evitar preguntarse por qué no le dan a ella los 300 euros que le darían a una familia acogedora para que pueda hacerse cargo de sus hijos.

Pese a la impotencia, al miedo, que, según cuenta, comparten otras madres solteras en situación similar a la suya, Xisca reconoce que ha recibido mucha ayuda del Servicio de Protección de Menores y de los Servicios Sociales. "Cuando me separé se portaron muy bien conmigo y me van ayudando pero ha bastado que me quedara sin recursos económicos un par de meses para que me propusieran lo de darlas en acogida", se queja.

Le pregunto si no se deberá al incremento de demandas parecidas a la suya. "No, no con Servicios Sociales es un tira y afloja constante, siempre ha sido así", asegura, aunque afirma que sí que conoce más casos como el suyo y que la crisis está afectando mucho a madres solteras como ella.

"Nos vemos muy solas para trabajar, llevar la casa, las niñas y aunque recibes ayuda, yo ahora la que tengo para pagar el piso y para comida, no es suficiente. Necesitamos un trabajo estable", argumenta una joven que prefiere echar curriculum por ahí- ha trabajado como camarera de pisos y de buffet, ayudante de cocina- a acudir a la orientadora laboral.

Xisca no pierde en ningún momento la seriedad y aunque no duda en hacerme notar que es la cara de la pobreza que no vemos.-"Si pago el piso no me llega para la comida- tampoco pierde la esperanza. "Es cuestión de que quien te atienda ponga un poco la mano en su corazón y vea que es lo mejor para las niñas. Eso y encontrar un trabajo es lo que necesito", concluye.