Contraste. Mientras las playas estaban prácticamente vacías, numerosas personas paseaban abrigadas tanto por Maó como por Ciutadella - Gemma Andreu/DM

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El termómetro de la Plaza Explanada de Maó marcaba 19 grados a las once de la mañana. Un señor circulaba por la calle vestido con pantalones largos, camisa y jersei. Una presunta turista se cubría el cuello con una bufanda al salir de la estación de autobuses en busca de algún entretenimiento ajeno al biquini y la crema solar.

Una meteorología inusual para ser finales de julio alteró ayer los hábitos de autóctonos y visitantes, que al verse obligados a prescindir del cubo y la pala se armaron de mapas y ropa impropia de la época del año para recorrer los atractivos que ofrece el interior, como los centros históricos de las ciudades. Por ejemplo, el aspecto de las calles de Ciutadella ayer por la tarde era claramente extraordinario, lo que aprovecharon algunos comerciantes para abrir cuando normalmente habrían aprovechado para descansar.

En algunas zonas de la Isla incluso cayeron importantes precipitaciones, auténticos chaparrones, especialmente las de madrugada en Poniente y primera hora de la tarde en Levante. También chispeó por la mañana.

A lo largo de la jornada las temperaturas se movieron sobre los 18/19 grados, con máximas de 22 grados en Maó y 23 en Ciutadella. La previsión es que se mantenga esta situación hasta entrada la semana.