TW
0

autoficha
Me llamo Manuel Cid López y tengo 29 años. Nací en Maó, vivo en Es Castell y soy gerente de un restaurante. Tengo un hijo de tres años y, cuando dispongo de tiempo libre, me gustan las artes marciales mixtas, ir a correr, el fútbol, la lectura, la informática y disfrutar del mar.

Actualmente, se ocupa de un restaurante. Eso no es algo nuevo para usted.
Para nada. Me he criado entre fogones. Mis padres llevaron varios restaurantes, entre ellos, el que había hace años en Son Vilar, encima de la discoteca. Aquello fue la edad dorada de la restauración. Recuerdo que al local venían ministros, escritores... Gente muy conocida.

Sin embargo, sus pasos no se encaminaron hacia el mundo de la hostelería en un principio.
No. Yo quería ser militar, lo que pasa es que cuando lo probé vi que no era lo que yo pensaba. Hay mucha gente que se alista por el dinero, tipo mercenario, y no por un sentimiento. Me fui a Madrid con 19 años y estuve tres en el Cuartel General del Ejército, el regimiento más antiguo del mundo. Desfilábamos para el Rey y el cuerpo diplomático que venía a España, así como en el Día de la Hispanidad. De aquella época conservo muy buenos recuerdos y compañeros, aunque también debo decir que me salvé por los pelos de dos atentados y un graves accidente de coche. Volví a nacer.

Y, ¿qué pasó después?
Me apunté a las oposiciones para Policía Nacional pero, por cuestiones familiares, tuve que dejarlo y volver a Menorca ya que tenía que estar con mi padre. Fue así como me empecé a ocupar del restaurante ayudando a mi madre. Ahora tengo muchos proyectos para el local. Me gustaría enfocarlo a la comida ecológica, sobre todo ahora que he descubierto el vegetarianismo y el trato que se les da a los animales en la industria cárnica.

¿Cuáles son sus proyectos de futuro?
Seguir estudiando, entrenar duro... Ya se verá, hay muchas opciones. Ahora estoy a gusto aquí, con mi madre, el negocio familiar... Quién lo hubiera dicho. Hace un mes estuve a punto de alistarme en la legión extranjera y olvidarme de todo durante cinco años, con nueva identidad incluida. A pesar de que no lo descarto en un futuro, ahora prefiero quedarme con todo lo que tengo.