fariña. El catedrático de Urbanística, en el Lazareto - e.s.p.m.

TW
0

Urbanistas, planificadores, médicos, psiquiatras y profesionales de otras especialidades se reúnen estos días en la XXII Escuela de Salud Pública de Menorca para debatir el tipo de ciudades que tenemos y analizar cómo pasar de núcleos construidos según intereses económicos a una planificación urbana más saludable.

El coordinador de este encuentro es José Fariña, catedrático de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Madrid y uno de los mayores expertos en urbanismo sostenible. "Nuestra forma de vida y nuestros hábitos son muy importantes y la ciudad en la que vivimos puede posibilitar, nunca determinar porque depende en cada caso, que vivamos más y de forma más saludable", afirma.

Estrés, contaminación de todo tipo, enfermedades mentales e incluso la soledad son factores que pueden venir determinados por el espacio en el que habitamos.

"Tenemos que reflexionar sobre qué hacemos con las ciudades porque son insanas, no funcionan bien y no son eficientes. Vemos como algunos ayuntamientos están yendo a la bancarrota porque no pueden pagar los servicios básicos para sus ciudadanos, por ejemplo porque las ciudades están tan fragmentadas que sale muy caro mandar el camión a recoger la basura por toda la periferia", comenta Fariñas.

Este "grave problema" de la ineficiencia en la organización del territorio conlleva problemas de salud. De todas formas, matiza: "No vamos a la catástrofe, pero tenemos que buscar soluciones".

Si se crean espacios de relación, se ponen más parques para que la gente tenga la posibilidad de hacer deporte al aire libre y se organizan las ciudades de forma que mucha gente pueda moverse a pie o en transporte público se puede vivir de forma más sana. Aún y así, "el modelo ideal de ciudad no existe, depende de cada individuo y sus aspiraciones".

Lo que Fariñas defiende es que "las ciudades son más sanas que el campo", a pesar de los problemas que también conllevan. "Hay personas que prefieren el campo por el contacto con la naturaleza pero, en este caso, no pueden pretender tener un hospital a cinco minutos, la escuela al lado de casa, conexión con banda ancha... Una cosa no es compatible con la otra", explica el experto, quien no obstante diferencia claramente vivir en un entorno rural tradicional del hecho de vivir "en la periferia de la ciudad con una pequeña parcela propia y un árbol plantado" porque "estos no pueden decir que viven en el campo, viven en una ciudad disfrazada".

Además, las relaciones sociales son fundamentales por lo que considera "terrible e inadmisible" la segregación socioespacial de los que se encierran en los espacios que consideran "suyos", en sus casas, y sólo se hablan y relacionan entre iguales.

El encuentro de Menorca pretende reflexionar sobre este cambio necesario, puesto que, como comenta Fariñas "no podemos urbanizar más, si no que debemos replantear lo que tenemos y decidir qué hacer con los esqueletos de hormigón que se han quedado a medio hacer en la periferia por la crisis económica; es muy difícil pero hay que hacerlo". También aboga por reducir el consumo (consumimos un 20 por ciento más de lo que el planeta puede producir) porque, en caso contrario, "el sistema se ajustará solo y habrá muchos afectados que, como ocurre con los daños colaterales, siempre son los mismos".