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Me llamo Giselle Boglioli Piccinini, tengo 49 años y nací en Rosario, Argentina. Estoy divorciada, tengo tres hijas y vivo en Menorca desde hace dos años. En verano trabajo de recepcionista. En invierno, doy algunas clases de alemán e italiano. Cuando tengo tiempo libre me gusta tocar la guitarra, escuchar música, y salir a correr, practicar deporte.

Llegó a Europa con 18 años, concretamente a Italia. ¿Qué la llevó hasta allí?
Mi familia procede de Italia y yo estudié en un instituto italiano en Argentina. Conseguí una beca que me permitió estar medio año en Perugia pero, al final, me quedé seis años estudiando y trabajando. Allí fue donde conocí a mi ex marido, un alemán que estudiaba veterinaria. Nos fuimos a vivir a Minden, en el norte de Alemania, donde estuvimos 23 años y nacieron nuestras hijas. Yo daba clases de Literatura Iberoamericana en una universidad y posteriormente también di clases de italiano y español en varios institutos.

Hasta que hace dos años decidió venir a Menorca.
Sí, yo ya conocía la Isla porque tenía amigos viviendo aquí y había venido un par de veces de vacaciones. Al final reorganicé mi vida familiar aquí y me instalé permanentemente. Me gusta el clima, es muy distinto al de Alemania. Prefiero el Mediterráneo. Al principio me fue difícil encontrar trabajo pero una vez que empecé a moverme, contacté con un hotel de Son Bou y entré a trabajar de recepcionista.

Y, ¿qué tal la experiencia de cambiar de trabajo?
Fue muy positiva. A los turistas alemanes les gusta hablar en su idioma y ver que conoces sus costumbres. Es importante que los empresarios y los empleados pierdan el miedo a los alemanes o a su cultura. Existen ciertos prejuicios y hay una creencia de que son personas malhumoradas pero no es así. En general son sensibles, educados y muy abiertos, incluso más que los argentinos. Es importante comunicarse con ellos a un nivel más social.

Precisamente da clases de idiomas.
Fue una idea que surgió este invierno. Una vecina me pidió a ver si le podía dar una clases de apoyo. Quisiera quitar ese miedo del que hablaba para que la gente vea que el idioma alemán es más fácil de lo que parece, que se puede comprender su sistema lingüístico. Es cierto que hay quien piensa que suena rudo pero creo que es porque falta una conexión emocional con el idioma. Cuando has vivido en el país, tienes un pariente que lo habla, recuerdos... te cambia la percepción y le tienes aprecio, te identificas.

¿Cuáles son sus planes de futuro?
Tener tiempo para releer libros de filosofía que una vez leí pero que son muy actuales. Creo que, aunque estemos en crisis, hay que pensar que es un cambio y que puede ser a mejor. Por otro lado, también me gustaría poder visitar a mi familia en Argentina más a menudo pero es complicado porque resulta muy caro.