BAJO MÍNIMOS. Entrada del hospital general Mateu Orfila, en el que los empleados denuncian que trabajan en difíciles condiciones - Gemma Andreu

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No es sencilla la vida en el "Mateu Orfila", el hospital general de Menorca. En cada pasillo se resuelve algún conflicto, en cada planta se libra una batalla. Las limitaciones de personal se mezclan con la voluntad de médicos y enfermeras de atender con diligencia a los pacientes, los sujetos pasivos de la situación que se vive en el centro sanitario. Unas horas allí bastan para comprobar que no hay buena sintonía con el gerente José Luis Gallego, que no hay manos suficientes para cubrir todas las necesidades y que los enfermos se quejan de que la ropa –personal y de cama- no se cambia con la frecuencia deseada. No falta comida y tampoco material, pero sí que se han realizado algunas recomendaciones para ahorrar costes. Es la analítica de un día en el corazón del hospital.

Ni la última visita de Antoni Mesquida, conseller de Salud, Familia y Bienestar Social, ha apagado las llamas. Es más, las declaraciones del gerente del IB-Salut, José Luis Gallego, han generado todavía más controversia por cuanto algunos facultativos denuncian que distorsionan la realidad. Por ejemplo, cuando el ejecutivo defiende que existen ratios de diez o doce camas por enfermera: "No es cierto. La media es mucho más elevada y durante las noches o los fines de semana se disparan a 16 enfermos por cada enfermero", replican los sanitarios. Los empleados hablan de que no se han cubierto al cien por cien las bajas por vacaciones como se hacía siempre y que las contrataciones temporales alcanzan el cincuenta por ciento de las necesidades. Eso genera un problema de primer orden porque "no podemos llegar a todos los sitios. No pedimos días personales porque no se cubren y las jornadas en las que las plantas están llenas tenemos muchas dificultades para atender a todos los enfermos", exponen.

Casi nadie conoce a Gallego, al que acusan de estar de espaldas al personal. "El antiguo gerente se paseaba por el hospital y nos pedía cómo iba todo, si teníamos necesidades". Otros, los que sí le conocen, hablan de un trato distante y de no dejarse aconsejar. La situación es tan tensa que el ascensor de personal está lleno de pegatinas en las que se pide abiertamente la dimisión del responsable del IB-Salut en la Isla. "Creo que no se pasea por las plantas por miedo a que los que trabajamos aquí le recriminemos algo, es lamentable".

Los trabajadores también delatan que se ha cerrado el servicio de lavandería los domingos y festivos y que eso está afectando directamente a los cambios de ropa que se producen los lunes o incluso los martes. Así lo revelan también algunos de los pacientes. "No tengo queja del personal, todo lo contrario, pero hoy –por ayer- me han vuelto a poner el mismo pijama que llevaba ayer –por el jueves-. La comida sigue teniendo la misma cantidad y el servicio es bueno, pero el cambio de ropa no se hace con tanta frecuencia como antes", desvela uno de los enfermos que estuvo ingresado también a principios de año.

Otro de los grandes problemas fija el foco en el servicio de las ambulancias, que funciona bajo mínimos. La empresa Servicios Sociosanitarios Generales (SSG) gestiona las salidas y las urgencias y ahora mismo hay dos unidades para una media de 50 servicios diarios, según algunos profesionales. Además de estar al volante, los trabajadores también tienen que prestar ayuda al enfermo, ya que han dejado de tener colaboración. Esa falta de medios hace que las asistencias se produzcan tarde y que el personal ande completamente desbordado.

Agua y comida
No hay recortes en la comida, a pesar de que ahora se entrega una botella de agua a cada paciente al entrar y cada uno debe rellenarla en un bebedor que hay en cada pasillo. Eso sí, se han hecho "recomendaciones" para que se haga un buen uso del material y no se malgaste. "Es algo que ya hacíamos antes, pero no nos parece mal que se recuerde", afirman algunos empleados.

El ambiente en general no es bueno en el hospital porque facultativos, enfermeros, sanitarios y pacientes entienden que las restricciones económicas y las guerras abiertas con la gerencia están perjudicando al día a día. Sobre todo, al enfermo, que recuerda que "pagamos impuestos para tener una sanidad digna".

La conclusión a la que llega la gran mayoría de los trabajadores del "Mateu Orfila" es que en la sanidad "recortar mata". Es un mensaje crudo, pero muy realista para muchos de los empleados del hospital que cada día tratan con decenas de enfermos.