Más lluvias. En los últimos 30 años destacan tres importantes sequías en la Isla a principios de los años ochenta y noventa, y una elevada pluviometría a partir de 2001 hasta 2011 - Javier

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El agua es un bien escaso y por eso en una Isla como Menorca cada gota cuenta. Disponer de ella en casa sólo requiere un gesto, tan sencillo como abrir un grifo, y ahí está: abundante y en apariencia inagotable. Sin embargo, y a pesar de que Menorca ha mejorado el nivel de sus acuíferos gracias a la abundancia de lluvias los últimos años y una reducción de consumos, la calidad del agua en la Isla empeora por la presencia de nitratos y cloruros.

La mayoría de los isleños se han acostumbrado a beber y cocinar con agua embotellada, lo que representa un importante gasto para las familias, un dispendio económico que ahora se verá incrementado con el nuevo impuesto del Govern a los envases de plástico.

Llueve más y baja el consumo

Según revela la última actualización del balance hídrico de la Isla realizada por el Observatorio Medioambiental de Menorca (OBSAM), los niveles de agua se han estabilizado, pero el equilibrio entre las ganancias por aportaciones procedentes de la lluvia y las pérdidas por consumo, evaporación y correntías, continúa siendo inestable.

El estudio coordinado por Sònia Estradé, técnica del Obsam, licenciada en técnicas ambientales, revela que en los últimos 30 años destacan tres importantes sequías en la Isla a principios de los años ochenta y noventa, y una elevada pluviometría a partir de 2001 hasta 2011, exceptuando 2004.

Así, mientras la media de precipitaciones fue en 1983 de 354 litros por metro cuadrado, en 2009 y 2010 se registraron 656 y 851 litros por metro cuadrado, respectivamente. Los períodos de sequía coincidieron además, con una mayor excavación de pozos para usos urbanos, turísticos e industriales, al igual que una expansión de pozos privados. Aquella situación provocó un importante desequilibrio en el balance hídrico y a su vez una masiva intrusión de agua salada en las aguas subterráneas de Ciutadella y Sant Lluís motivada por una peligrosa disminución del nivel de los acuíferos.

Sergi Mari, director del OBSAM, resalta que esta peligrosa situación comenzó a corregirse a principios del 2000 gracias a un incremento de las precipitaciones, unido a una reducción del consumo humano y a la mejora de las redes de canalización. En esta línea comenta que en los años 80 las pérdidas de agua de la red alcanzaban el 50 por ciento y en la actualidad se ha rebajado este porcentaje al 30 por ciento, aunque cifra óptima está en torno al 20 por ciento.

Asimismo, apunta que la corrección también llegó por una disminución de las salidas de agua dulce al mar, a una modificación de los consumos agrarios, a cambios en los sistemas de regadío y a una mayor concienciación.

Sònia Estradé destaca al respecto en que el consumo de agua en la Isla ha dejado de crecer, pero aún no alcanza guarismos "razonables". Advierte que el consumo per cápita en Menorca es ligeramente superior a 300 litros por persona y día sumando a turistas, residentes, trabajadores temporales y pérdidas de agua la red. "Lo normal sería un consumo de 150 a 200 litros por persona y día.

En zonas turísticas con casas unifamiliares y césped, el consumo se dispara a 1.000 litros, sin embargo en otros lugares, fundamentalmente en núcleos urbanos tradicionales hay registros que se acercan a un consumo más normalizado", advierte. Estradé subraya que el equilibrio alcanzado ahora en el balance hídrico está muy ligado al aumento de las precipitaciones registrado en la primera década del siglo XXI, por lo que un nuevo período de sequía en un contexto de cambio climático podría ser muy dañino para Menorca.

"Desde hace años se habla de este tema, pero creo que ya es hora de tomar medidas en serio, porque aún se pueden hacer muchas cosas para reducir el consumo en hogares, en regadíos, en cultivos y creo que se podría empezar por la recuperación de los aljibes", señala.


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