Testimonio. Juan Saavedra vivía en el piso de abajo del de la explosión - D.M.

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Juan Saavedra González lleva dos noches sin poder dormir. Él dormía y su compañera estaba aún despierta cuando en el piso de arriba se produjo la explosión de la bombona de gas butano, en la calle Bajolí de Ciutadella. Eran sobre las tres de la madrugada. "Me despertó el ruido de una fuerte detonación. Una de las tablas del armario del dormitorio se cayó y pensé que había reventado el calentador que está en la habitación. Oí un largo quejido de dolor. Mi compañera me gritó para que saliéramos rápido. No sabíamos que había pasado", explica aún con el dolor de la experiencia.

Al salir del piso, vieron que la puerta de entrada estaba arrancada de cuajo, como el resto de las puertas de los pisos vecinos. "Entonces nos dimos cuenta que algo grave había pasado".

En ese momento, otros vecinos del bloque de pisos salían de sus casas hacia la calle. Su compañera fue la primera en coger el móvil para llamar al 112. "Eran las 3.20 horas de la madrugada y en pocos minutos la Policía Local y los bomberos ya estaban allí".

Explica que el joven herido por la explosión fue atendido de inmediato por los servicios médicos de la ambulancia y fue evacuado. "En ese momento, con el susto y aún medio dormido no sabía si lo que estaba ocurriendo era una película". Comenta como los vecinos del bloque fueron saliendo a la calle y cómo la policía ayudó a salir a una familia.

A fuera se fueron reuniendo vecinos de los alrededores que también se habían visto sobresaltados por el ruido de la explosión. En algunas casa incluso habían saltado los cristales.

"La Policía Local nos acompañó a un hotel para pasar la noche". Juan Saavedra, que llegó a Menorca el pasado 19 de marzo procedente de Asturias, su tierra natal, explica que no conocía al joven herido porque hacía poco que eran vecinos. Saavedra ha regresado a la Isla para trabajar, residió unos años en Ciutadella antes de 2001 trabajando primero como albañil y luego como taxista. Desde que fueron evacuados, él y su compañera están alojados en un hotel. Sigue con la inquietud del susto. "No nos vemos con coraje de volver a residir en este piso. Las consecuencias hubieran podido ser catastróficas. Dentro de lo que cabe podemos sentirnos afortunados de estar vivos".