Incombustible. Curtido en mil batallas, sigue la actividad política con la misma pasión de siempre - M.V.

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El expresidente del Parlament Balear Joan Huguet (Ferreries, 1954) acaba de publicar "Pensar en España", una recopilación de artículos en los que plasma por escrito algunas recetas para esta crisis económica, social e institucional. Veterano en las lides parlamentarias, defiende, ahora más que nunca, la necesidad de pactos para reforzar el liderazgo de las instituciones. Recientemente el socialista Joan Mesquida presentó en Palma una conferencia suya para hablar de la partitocracia y la crisis democrática, gesto que dio pie a alguna suspicacia. Él niega cualquier alianza, más allá de la pura "amistad forjada de hace muchos años", cuando ese tipo de complicidades estaban por encima de las diferencias ideológicas.

¿Son otros tiempos?
Hoy se está más pendiente de dañar al adversario político que de preocuparse y ocuparse de resolver los problemas de los ciudadanos. Los discursos no son ideológicos ni de propuestas. Son discursos de permanentes acusaciones de unos contra otros. Da la sensación de no aprender de la Historia y volver a los años treinta del siglo pasado.

Al escribir este libro parece reafirmar su credo en la disciplina del PP. ¿Ha creído necesario dejar clara su fidelidad con la actual dirección del partido?
Sí. Si uno cree en el sistema tiene autoridad para criticarlo y para presentar propuestas para mejorarlo. Uno de los grandes defectos que tenemos ahora es que la democracia está secuestrada por una partitocracia asfixiante. Yo sigo creyendo en el sistema de partidos políticos; pienso que es imprescindible para la convivencia democrática, pero hay que introducir reformas profundas y le corresponde a las propias instancias políticas impulsar estas reformas. De lo contrario no sé cómo acabará todo esto.

¿A usted también le incomoda -como a algunos dirigentes del PP- la idea de un posible regreso de José María Aznar a la primera línea política? ¿Le parece desleal que cuestione públicamente la gestión de Mariano Rajoy, su sucesor?
Aznar no regresará a la primera línea política. Quien piense eso es que no le conoce o simplemente le quiere dañar. La deslealtad consiste en no decir lo que uno piensa. Aznar se limitó a dar su opinión en relación a la recuperación económica e institucional de España.

¿Pensar en España es aceptar la austeridad como toda política impuesta para salir de la crisis?
Pensar en España es defender los intereses de los españoles. Lo que pasa es que en estos momentos la política a nivel mundial está secuestrada por los mercados financieros, que son los que marcan las políticas. Se tendrá que cambiar. EEUU ya lo hizo, desde el primer mandato Obama y en Europa se tendrán que relajar tarde o temprano las exigencias de cumplimiento de gasto público, de déficit, de endeudamiento, lo que no implica huir de la responsabilidad de sanear las arcas públicas. Pero una cosa es estrangular hasta quitar el aliento y otra atemperar en un espacio más holgado de tiempo. Incluso los propios organismos de carácter internacional reconocen que España ha hecho los deberes. Se dice que si seguimos haciendo algunas reformas más el próximo ejercicio podemos empezar a crecer. Estos sacrificios adicionales me preocupan, porque no se le pueden seguir pidiendo al ciudadano, a la pequeña empresa, al autónomo o al trabajador. Hay que exigir responsabilidad, pero sobre todo tienen que apretarse el cinturón las administraciones públicas, empresas públicas, radio y televisión, fundaciones, etc... Es por aquí por dónde tienen que venir en todo lo caso los recortes.

Usted ha puesto sobre el papel algunas propuestas concretas sobre los principales objetivos que deberían impulsarse en este momento. Esas propuestas, ¿han llegado a los órganos de poder institucional? ¿Han tomado nota sus compañeros de partido en puestos de responsabilidad de gobierno?
Francamente, no lo sé. Sí le puedo decir que he recibido muchos correos comentando estas propuestas e incluso las expliqué en el círculo de economía de Mallorca a petición de su presidente, Alejandro Forcades.

Atravesamos el ecuador de la legislatura. Existe la sensación de que se debería haber gestionado más y polemizado menos... De que debates como el del catalán se han abierto innecesariamente, a deshora.
Cuando las crisis son tan profundas el cien por cien de los esfuerzos han de centrarse en resolverlas. Abrir debates que pueden tener su virtualidad, pero que pueden despistar energías de lo que realmente importa a la ciudadanía, es un error. Y decir esto no es atentar contra las esencias de lo que puedan pensar unos u otros, en relación al catalán, propio de las Illes Balears, ni tampoco supone deslegitimar a nuestros dirigentes.

Pero usted en su día se reunió con el expresidente Gabriel Cañellas para estudiar una posible candidatura alternativa a la de José Ramón Bauzá al frente del partido. El debate sobre la lengua fue uno de los puntos de fricción con su programa...
Sí, sí.. Tuve una reunión con Cañellas. Tratamos esta cuestión entre otras. Lo único que pretendí fue dar un toque de atención. A partir de aquí se especuló sobre si yo presentaría candidatura. Creo que mi trayectoria política es clara y, aunque nunca puedes decir que de esta agua no beberé, ya me doy por satisfecho de haber abierto en su momento un punto de atención con este frente que se abrió y que hoy aún no está cerrado.

¿El decreto de trilingüismo demostrará que Bauzá anda equivocado al decir que la inmersión del catalán es la culpable del fracaso escolar en Baleares? ¿Se ha precipitado el Govern con este decreto?
Si se cuenta con el personal docente cualificado y los medios materiales y económicos para implantarlo, me sumo al T.I.L. Pero mucho me temo que esto no será posible y que, por lo tanto, lo que podría ser una medida acertada en materia educativa se convertirá en un fracaso. Creo que no fueron acertadas o lo suficientemente meditadas. ¿Si se culpa a la enseñanza en dos lenguas del fracaso escolar, qué pasara cuando se enseñen tres?

¿Qué opina de la remodelación del Govern realizada hace escasas semanas por el presidente del Govern? ¿Le parecen justas las destituciones de Josep Ignasi Aguiló, Rafel Bosch y Simón Gornés, teniendo en cuenta que les ha correspondido llevar a cabo algunos de los compromisos más impopulares de este Ejecutivo?
El presidente es el responsable de formar gobierno y, por tanto, de decidir, cuando lo estime oportuno, los cambios. Nada que objetar. En relación a la nueva estructura, me parece acertada. Sobre los nuevos consellers y conselleras, el tiempo dirá si los nombramientos fueron acertados o no. De momento hay que darles un margen de confianza. Personalmente les deseo éxito.

En este ecuador de legislatura, el asunto de la presunta incompatibilidad del presidente por su farmacia sigue pendiente de pronunciamiento por parte del TSJB. ¿Se le ha ido de las manos este asunto?
No lo sé. Para mí él tiene la misma consideración que otro ciudadano. Creo en la presunción de inocencia. Quienes tienen que demostrar si ha habido irregularidad son los que acusan. Los partidos han judicializado la vida política y aquí no se salva nadie. Creo que tenemos que dejar que el tiempo determine si actuó o no correctamente. Yo quiero creer que sí. En cualquier caso estoy convencido de que nunca quiso vulnerar las normas conscientemente, aunque si es así tendrá que asumir responsabilidades, como todos. Él mismo así lo ha planteado al partido.

Según el CIS, tres cuartas partes de los ciudadanos creen que la corrupción en la política está muy extendida. ¿No es un grueso suficiente como para que se hile más fino ante cualquier sospecha de actuación indebida por parte de un político? Hemos sabido, por ejemplo, que informes de Hacienda revelan que la trama Gürtel pagó obsequios a la familia de la ministra Ana Mato...
La culpa de todo ello la tienen los partidos políticos que han hecho de la imputación una declaración de culpabilidad y de condena. Con atacar al adversario, nadie espera que la justicia se pronuncie. Es lo que se llama "condena de telediario". No es extraño que los ciudadanos aborrezcan a los políticos y a los partidos y esto es muy grave para una democracia saludable

Aquí, en Balears, es larga la lista de imputados en casos judiciales, con condenas entre las filas del PP, y también entre las de UM.
Quién la haga que la pague, pues el daño que se causa es inmenso. Dicho esto, la presunción de inocencia debe prevalecer sobre la consideración de culpabilidad hasta que haya un pronunciamiento judicial firme. De no ser así, retrocedemos a las coordenadas de un Estado dictatorial o autoritario. Otra cosa es la asunción de responsabilidades políticas.

Hace unos meses a usted se le vio en la constitución del PI, que pilotan dos de sus excompañeros. ¿Hay movimientos entre los partidos buscando alianzas políticas?
El político tiene obligación de tener una visión universal y abierta. No puede encerrarse en un único discurso y proyecto. Tiene que ser capaz de encontrar complicidades y para ello hay que reunirse con otros grupos. En una época como esta tenemos que ser capaces de sacar adelante España y Balears. Yo no renuncio a ser un hombre de centro derecha, pero creo que hace falta abrir puertas y ventanas para que entre el aire y seamos capaces de sacar proyectos conjuntamente.

Que pase el aire y también que pueda salir la gente... Ahí están Jaume Font o Antoni Pastor.
No estoy para hacer interpretaciones acerca de mis excompañeros de partido y también amigos. El hecho de que en un momento determinado se mude de posición no lo cambia; otra cosa es que ellos y yo estemos de acuerdo en por qué han cambiado. A Toni le forzaron a marcharse en contra de su propia voluntad. Lo de Jaume fue distinto; se fue desengañado, en un momento en que le hubiera sido más cómodo reclinarse y optar a un cargo público, pero se fue, por discrepancias. Algunas tienen fundamento, otras no, y uno se puede quedar en minoría en un momento determinado. El regionalismo bien entendido y el españolismo bien entendido no tienen por qué ser antagónicos sino complementarios, como dijo Fraga. A mí también se me ha dejado fuera de toda responsabilidad política, y no pienso abandonar el PP. Hoy soy un militante de base, funcionario de carrera desde 1977, que no necesita de la política para vivir. Como me dijo mi padre, uno lo puede perder todo, menos la independencia y la dignidad. Sólo puedo tener palabras de agradecimiento hacia mi partido, sean quienes sean sus dirigentes.

Proclama en su libro ese regionalismo integrador y asegura que es necesario que el PP balear lo recupere. Parece que han echado a correr en el sentido contrario a esa recomendación...
No soy quién para recomendar... Sólo hago una reflexión en el libro. Nosotros fuimos capaces de impregnar al PP de regionalismo. No es lo mismo el PP "en" Baleares que el PP "de" Baleares. Nuestra primera obligación es ser fuertes aquí y defender lo que realmente nos corresponde sin necesidad de hacer del victimismo la única arma de ataque contra el Gobierno central, que es lo que les pasa a los partidos nacionalistas. Este planteamiento político lo sustanció el propio Gabriel Cañellas, cuando en 1987 me encargó redactar la ponencia política del Congreso del PP balear. Este aire de 'lo nostro' nos dio muy buen resultado, por eso creo que se tiene que mantener el discurso. Ser regionalista implica actuar en consonancia con eso.

Que otros, como El Pi, recojan ahora esa bandera regionalista, ¿qué coste puede tener para el PP balear en las próximas elecciones?
No me gusta hacer de profeta. En este caso sería muy arriesgado. Nosotros modificamos la ley electoral -la elevamos del 3 al 5 por ciento- para evitar que algunas formaciones pudieran entrar en el Parlament, y se produjo el efecto contrario. Hay un espacio de centro regionalista que siempre había ocupado el PP y creo que este partido ha de trabajar para ocuparlo, porque un espacio vacío tiende a ser ocupado, y en política aún más. El PI recoge las esencias de UM, que desapareció por causas de corrupción, pero el discurso, hábilmente, se separa del discurso nacionalista. Font y Pastor no ponen en cuestión la unidad de España ni dónde reside la soberanía.