Una vez más la cultura y la tradición, las imágenes de los caixers y los caballos, fueron las más fotografiadas por vecinos y visitantes. - Jaume Fiol

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Alaior se despertó ayer con olor a fiesta en sus calles y con ganas de más. De más música, de más caballos, de más jaleo. Todavía frescos los rincones del pueblo, por los esfuerzos de los equipos de limpieza y por la pureza del aire de la mañana, el sonido de la Banda de Trompetas y Tambores llamaba a las puertas de las casas, desperezando a sus moradores para convocarles a una segunda jornada de bulla.

Pequeños y mayores se unieron al recorrido de los músicos y los gigantes y cabezudos por las calles del casco antiguo, y al mismo tiempo comenzaba a reunirse los miembros de la 'qualcada', formada este año por más de setenta jinetes. Durante las primeras horas de la mañana Alaior comenzaba a ser ya un hervidero de gente, propios y extraños, todos bienvenidos.

Niños con los trajes tradicionales, generaciones futuras de 'cavallers' , se fotografiaban junto a los gigantes, que descansaban en la Casa Consistorial tras alegrar la madrugadora comitiva.

"Ara sortiran per aquí i aniran a sa plaça, i a sa plaça què faran? Bots", explicaban los abuelos a sus nietos, sembrando el amor por la festividad patronal.

Los caballos, algunos ya nerviosos, piafaban durante las horas previas a un nuevo jaleo y se dejaban tocar y fotografiar, como si se supieran los protagonistas de uno de los más bellos souvenirs que proporciona Menorca, su noble estampa.

Pasadas las once de la mañana era portada la imagen de Sant Llorenç y entraba entre aplausos, por el carrer Major -después de unirse la Corporación municipal a los caixers-, en la plaza del pueblo. Acompañado por la Banda Juvenil de Es Migjorn, el grupo avanzó hasta la iglesia de Santa Eulàlia y entró entre aplausos en un templo abarrotado.

Sentimiento religioso
La expectación en las puertas y el interior de la iglesia era máxima; cámaras y móviles se alzaban para inmortalizar el momento, entre abanicos para combatir el calor. Lo profano dejaba paso al profundo sentido religioso de la fiesta, que vivía, en palabras de Sebastià Taltavull, su "momento privilegiado".

El obispo auxiliar de Barcelona presidió la misa de caixers en Santa Eulàlia, que ofició junto al caixer capellà, Josep Manguán, y el párroco Pere Oleo. Taltavull recordó la figura del patrón Sant Llorenç, el mártir cristiano, diácono de Roma, quien cuando fue preguntado por sus perseguidores por los tesoros que custodiaba respondió "el único que la Iglesia valora son los pobres de su ciudad".

Así, el obispo aseguró que "es importante saber cuál es el verdadero tesoro" y añadió que durante las fiestas, que mantienen viva la fe del pueblo, "veneramos al que entregó su vida", un punto de referencia para seguir y "dar a los otros lo que hemos recibido".

Mencionó asimismo las palabras del Papa Francisco en un encuentro de cofradías y hermandades pidiendo a los católicos autenticidad evangélica, sentido de Iglesia y actitud misionera y, en referencia a la juventud, afirmó "es un gran motor" que necesita alimentarse no solo de cosas materiales sino también de valores inmateriales como la perseverancia, la alegría, la espiritualidad y la solidaridad, valores todos ellos que "encuentran sus raíces en la fe cristiana".

Sin incidentes
Alrededor de las seis de la tarde tocaban los compases de la samba y se daba por finalizada la fiesta sin incidentes. El jaleo, con la entrada de los caballos de uno en uno en la plaza, se completó con una vuelta y una segunda con caña, para terminar con un 'caragol'. La Policía Local informó de que la segunda jornada de las fiestas se desarrolló con tranquilidad. La Cruz Roja por su parte indicó que a lo largo del día se realizaron veintiún asistencias, la mayoría contusiones provocadas por golpes de caballos pero sin que revistieran gravedad.