El cortometraje se rodó el pasado mayo en Nueva York, y en parte fue producido gracias a un proyecto de micromecenazgo. | V.B.F.

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Un joven artista atraca una tienda de arte en Nueva York, pero para sorpresa de todo el mundo no quiso llevarse dinero, solo la pintura que necesitaba para acabar su cuadro. Esta historia real es la idea sobre la que gira el cortometraje «Color Thief», de la realizadora menorquina Violeta Barca-Fontana, quien actualmente reside en la Gran Manzana.

El film, que ha salido adelante gracias a un proyecto de micro mecenazgo, ya está empezando a dar sus frutos. Entre ellos destaca el premio al mejor cortometraje en el Festival de Madrid-PNR o el galardón Arquitectura y Paisaje en el Festival de Gáldar, en Gran Canaria. Además, ha sido seleccionado en las secciones oficiales del Atlanta Phylosophy Film Festival (EEUU) y en el Festival Internacional de Cine La Plata (Argentina).

Apunta Barca-Fontana que pese a que la obra se catalogue «como un documental poético» y tome como punto de partida un hecho que realmente ocurrió, no deja de ser ficción. La directora explica que la historia empezó a cobrar vida tras una serie de entrevistas con artistas antes de escribir el guión. Pero básicamente, el cortometraje pretende responder a una cuestión que un día se planteó: ¿por qué un artista hace lo que hace? «Creo que 'Color Thief' es un reflejo de esas preguntas del subconsciente del artista», sostiene Barca-Fontana, quien asegura que le gusta pensar que el cortometraje «es una carta de amor al mundo del arte, porque el arte es la expresión de la cultura».

En la cinta, el joven ladrón de colores que inspiró el proyecto es sustituido por Lily, una mujer de 84 años que mientras crea el que podría ser su último cuadro, reflexiona sobre lo que para ella significa pintar. Cuando se da cuenta de que le falta un color para terminarlo y no tiene dinero, no duda en tomar una drástica decisión, la de robar para seguir creando.
Y es que el cortometraje también se centra en analizar lo que significa envejecer. «Valora temas como la muerte y las renuncias, pero también habla de la libertad que te da el arte. Libertad del control de tu tiempo, que para mí es lo más preciado que el ser humano puede llegar a tener», concluye la realizadora menorquina.