Lleva un año en Amsterdam y conoce ya sus cuatro estaciones | T.O.

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Lleva un año en Amsterdam, después de «prácticas» en otros países. Néstor Tejero Orfila y su novia están echando raíces en ese país, con un trabajo especializado y con la ilusión de montar un proyecto propio. Cuando estudiaba en Barcelona se empleó en una multinacional alemana como administrador de sistemas. Ocho horas de trabajo, reuniones, burocracia, responsabilidad y dolores de cabeza.

¿Por qué no se quedó allí?
–Después de dos años y con las carreras acabadas decidí que eso no era para mí. Quería ser programador, que es un trabajo que me encanta desde que lo descubrí durantre el bachilerrato en el «Ramis». Dejé el trabajo a pesar de las críticas de todo el mundo, me consideraban un imprudente. Y me puse a buscar.

¿Y miró hacia el extranjero?
–Mis padres vivieron fuera y era una experiencia que quería tener. Ya de estudiante conseguí una beca de prácticas en Colombia y otra en Serbia. Tenía ganas de repetir pero esta vez sin billete de vuelta.

¿Por qué Amsterdam?
–Mandé currículums por Europa, tampoco quería irme muy lejos. Salió una oportunidad en Amsterdam y después de un par de entrevistas y una buena oferta decidí instalarme allí. Un amigo me comentó que si estaba cansado de la forma de trabajar de las empresas alemanas probara con las holandesas, inglesas o de Estados Unidos para conocer una forma más ágil de funcionar.

¿Distanciarse de los suyos no le retuvo?
–Vino mi novia a vivir aquí y en un par de meses consiguió un empleo. Estamos felizmente situados y con la intención de quedarnos unos años.

¿Cómo ha sido su proceso de adaptación?
–Va por fases. Primero te embriaga y te emociona. Todo el país parece magnífico y admiras la forma práctica que tienen para resolverlo todo.

¿Por ejemplo?
–Necesitaba unos papeles del Consulado español y tardé tres meses y múltiples gestiones para conseguirlos. En cambio, cuando fui al Ayuntamiento de Amsterdam lo resolví en menos de un minuto.

Han sabido reducir la burocracia.
–No solo eso, son prácticos en muchas cosas. Los semáforos, por las noches están inactivos en muchas calles.

¿Cambia la visión con el paso de los días?
–Llegas a tener una visión más realista. Para empezar te roban la bici. Le pasa a todo el mundo. Los holandeses tienen la fama de ser muy directos y la línea que separa eso de la mala educación es muy fina. Son gente inquieta e independiente y no se casan con nadie. Los primeros contactos son más difíciles pero una vez superada esta barrera descubres a gente afable y atenta.

¿Acoplamiento finalizado?
–Bueno, me dicen que hay una tercera fase cuando te dices: «Bueno, son así, pues vale» y te acostumbras. Todavía no he llegado a este punto.

¿Cómo nos ven a los españoles?
–En el entorno en que me muevo se ve a España como un lugar de turismo por su buena climatología. No llega mucha informacdión pero les impresiona la tasa de paro que tenemos. Ultimamente llegan muchos españoles, italianos, griegos lo que intensifica la idea que tienen de que nuestra situación es mala.

¿Percibe que a los españoles en Holanda les va bien?
–Es cierto que hay españoles aquí en una situación bastante desesperada y da pena porque ves que a algunos las cosas les van peor que antes de dejar el país.

¿Tienen perjuicios con los españoles?
–Es verdad que aunque los que estamos aquí realicemos un buen trabajo, en general la imagen que nos atribuyen es de perezosos, les sorprende lo de la siesta. Nos ven como un país más pobre donde se puede ir de vacaciones a buen precio. En mi opinión la crisis ha sido una forma de incrementar la distancia entre el norte y el sur y de llevar a cabo un expolio de recursos y gente a una gran velocidad.

Holanda también tiene monarquía. ¿Cuál es su imagen?
–La gente está contenta. No les preocupa y se vive con naturalidad, como en España hace unos años. Son reyes más próximos. Concedieron una entrevista en directo con cuatro periodistas. Combinan bien la distancia 'real' con la proximidad personal.

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¿Les preocupa la corrupción?
–No es un problema. Para ellos es difícil imaginar que alguien robe dinero público. Tienen una conciencia social elevada.

¿No se cuestionan el sistema político?
–Los Países Bajos está evolucionando desde un sistema socialdemócrata de profundas raíces a un «sálvese quien pueda». Su sistema electoral implica que casi siempre gobierne una coalición, lo que obliga a grandes pactos en temas esenciales. Leí hace unos días que los Países Bajos tienen siempre el mismo gobierno aunque se celebren elecciones periódicas.

¿Les preocupa el radicalismo?
–En los últimos años ha avanzado la ultraderecha, básicamente con un discurso en contra de los musulmanes. Ahora encabeza las encuestas sobre intención de voto y es algo que afecta a la tolerancia social. El mismo rey ha declarado que el estado del bienestar es inviable. Las ayudas también se reducen, se ha de pagar una mensualidad enorme para el seguro de salud, unos cien euros al mes. El sistema de bienestar sigue siendo potente pero se aleja de los estándares escandinavos.

¿Un Estado proteccionista no reduce la iniciativa?
–Es verdad que vienen de un estado que lo proporciona casi todo, pero al mismo tiempo es gente muy emprendedora. No es raro que gente de mi edad ya haya montado más de una empresa.

¿A qué se dedica la empresa en la que trabaja?
–Es una 'start-up' que realiza análisis de los clientes de grandes compañías. Basándose en pequeñas encuestas genera un indicador llamado NPS (Net Promoter Score), que determina el grado de satisfacción de un cliente.

¿Cuál es su función?
–Soy el encargado de gestionar el sistema de envío de correos, miles cada día, crear herramientas para visualizar los resultados y, finalmente, la minería de datos para detectar tendencias.

¿Qué ambiente de trabajo se vive en su empresa?
–El ambiente es relajado. Trabajamos mucho pero está mal visto salir más tarde de la hora estipulada. Un día al mes vienen para hacernos un masaje a cada uno y cada viernes comemos juntos. Si lo pides te pagan cursos de formación que sean interesantes para ti. Ahora somos 25 de 15 nacionalidades distintas. Los viernes, al terminar el trabajo vamos a tomar algo y a veces se alarga.

¿Sigue formándose?
–Tengo ganas de seguir aprendiendo en tecnologías y metodologías. Intento combinar el trabajo de programador con el de analista, que es hacia dónde me gustaría dirigirme.

Cuénteme detalles de su actividad laboral y qué hace en su tiempo libre.
–Mi horario es de 10 a 18. Si quieres café te lo preparaas en tu escritorio, se trabaja sin interrupciones. Voy dos días a la asemana a aprender neerlandés, en clases gratuitas que organiza el Ayuntamiento. Otro día voy a clases de baile. Intento ir a correr, porquedurante muchos años he practicado el atletismo. En las carreras populares, a diferencia de Menorca, si quieres camiseta o medalla debes pagarlas.

¿Cómo se disfruta en Amsterdam del tiempo libre?
–Tienes muchas oportunidades interesantes y descuentos. Por 29 euros me he comprado una tarjeta de transporte público que te permite un descuento del 40 por ciento en todos los billetes de tren para mi y tres personas más en horas que no sean punta, lo que sirve para incentivar el turismo interior. También tenemos una tarjeta de cine que por 20 euros al mes puedes ir a todas las películas que quieras.

¿Y los fines de semana?
–La sensación de paz es inmensa. Con mi novia salimos mucho. Aquí se trabaja mucho pero cuando hay que desconectar también se sabe cómo hacerlo.

Aquí se tiene la imagen tópica de Amsterdam de los 'coffee shops' y el barrio rojo.
–Es anecdótico y da dinero como producto turístico. La juventud holandesa es de la que menos marihuana fuma, pero el hecho de que se haya convertido en un atractivo turístico es lo que ha hecho que se perpetúe.

¿Menorca le queda muy lejos?
–Voy un par de veces al año. Significa familia y amigos y es irrenunciable. Es lo que más añoro. No se si volveré. Por ahora no.

¿Cuál es su proyecto?
–Inspirado por el carácter emprendedor de este país, con mi novia, montar nuestra empresa.