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Nació en la ciudad del calzado por excelencia, Inca, pero siendo muy pequeño se trasladó a la isla de su padre, Menorca. Francisco 'Sisco' Sintes pasó de la capital de Es Raiguer a Ciutadella y los zapatos le llevaron, con 19 años y una beca del Institut Balear de Disseny bajo el brazo, a Londres. Allí, en el centro Cordwainers, amplió horizontes y conocimientos, fue premiado y se le abrieron las puertas de firmas tan conocidas como la británica Doctor Martens y, a su regreso a España, Camper.

Pero sus pasos por el mundo de la moda y el diseño le llevaron más lejos, a California primero y luego a Texas, donde ahora diseña por su cuenta para marcas de alto nivel.

¿Cuándo empezó a trabajar en el mercado norteamericano?
– Llegué a Estados Unidos en 2003 y vine porque el mundo del calzado en realidad es relativamente pequeño. Cuando trabajaba en Camper la empresa contrató a su primer diseñador internacional, que era estadounidense; él tuvo que regresar a su país, por razones familiares, y entonces contactó conmigo y me ofreció venir. Yo llevaba un tiempo en Camper y me apetecía cambiar. Me fui a Dry Shod, una empresa en Santa Bárbara, en California, y estuve en ella durante cinco años.

¿Cómo ha sido esa aventura que dura ya once años?
– Llegué a California porque se me ofrecía una buena oportunidad y una cosa que tiene Estados Unidos es que, si dispones de un trabajo, te empiezan a conocer en el sector y ya te contactan con posibles ofertas de interés. Ahora mi objetivo es precisamente estar atento a las ofertas y seguir progresando en mi trabajo. Lo que ocurre es que eso implica mudarte, y ahora ya tengo familia.

¿La formó en Estados Unidos?
– Sí, conocí a mi mujer, Andrea, en Santa Bárbara, y tenemos una hija en común y dos niños de su anterior matrimonio, así que somos cinco de familia. Los traslados ahora son más difíciles.

Aún así, decidieron cambiar de estado ¿notan la diferencia?
– Sí, aquí la verdad es que hay mucha movilidad. Me parece que en España hay más la mentalidad de acomodarse si tienes un buen puesto. Después de esos cinco años en Santa Bárbara nos vinimos a Dallas, en Texas. De un estado mucho más liberal a otro completamente republicano, claro que se nota la diferencia. Se nota mucho en la manera de pensar y también en que aquí hay mucha dedicación a la iglesia y en la cantidad de iglesias y creencias que hay.

De la playa al lejano oeste...
– Bueno, en realidad California es el oeste, pero si se refiere al oeste que se imaginan en España, de cowboys con sombrero y botas (ríe) sí, eso está aquí en Texas, en California no lo ves.

¿Cómo es su trabajo ahora?
– Soy un diseñador de calzado independiente, trabajo para diferentes firmas, como Olukai, que se dedica al estilo surfer, hawaiano, casual pero de nivel alto, o Juil, con la que experimento un concepto interesante, calzado de mujer, cómodo pero sofisticado, con puntos de cobre en la suela que captan la energía de la tierra.
En realidad no estoy siempre en Dallas, viajo mucho a diferentes ciudades y estados; ahora tengo clientes en Portland (Oregon) y en Milwaukee (Wisconsin).

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¿Qué le parecieron los norteamericanos cuando se instaló?
– Cada estado es diferente. Mi primer viaje, cuando aún estaba en Camper, fue a Nueva York, y no tiene nada que ver con las ciudades en las que he vivido después. En España se tiende a generalizar y lo mismo pasa aquí, cuando hablan de hispanos se refieren más a mexicanos, y cuando te oyen hablar piensan en argentinos y después ya, en algún lugar de Europa.

¿La moda europea gusta?
– Europa es importante en moda, más que el continente en sí, algunas de sus ciudades, también españolas. A los americanos les interesa culturalmente Europa y la ven avanzada en cuestiones de moda, ellos se ven a si mismos más conservadores. Es como que, si te pones algo diferente te dicen «a ti te pega porque eres europeo» (ríe). Se interesan, es un lugar del mundo que les gustaría visitar.

¿Hay mucha diferencia en los gustos a la hora de diseñar?
– Sí, pero todo depende de hacia qué mercado está orientada tu marca; yo en Santa Bárbara trabajaba para una marca italiana, otras están más dirigidas al mercado americano aunque, al final, siempre acabas mirando las tendencias internacionales.

¿Qué proyecto destacaría de los que ha realizado?
– Uno de los más interesantes en los que he trabajado últimamente es el de The office of Angela Scott. Se trata de calzado para mujer pero con fabricación tradicional e influenciado por el calzado clásico masculino, sobre todo en la manera de coserlo.

¿Ha observado si el calzado balear se posiciona en Estados Unidos?
– Yo aquí he visto que se venden las marcas Mascaró y Pons Quintana y en todos sitios está Camper. Recientemente también vi que se vendían avarques Riudavets, por cierto, como algo de diseño y a un precio alto. También tiene mucha salida la alpargata española.

En lo personal ¿siempre se adaptó bien a los cambios?
– Los cambios siempre son difíciles, con familia más. Pero el más radical fue cuando dejé Ciutadella para ir a Londres. Pero no tienen que asustar, o al menos a mí nunca me ha pasado.

¿Se relaciona con otros emigrantes españoles?
– No, no conozco a españoles; quizás sea culpa mía, hay algunos centros pero no mantengo contacto.

¿Qué ha dejado por el camino?
– He sacrificado por ejemplo poder ir a Ciutadella durante las fiestas de Sant Joan, pero eso ya desde que estaba en Camper. En junio siempre iba apurado de trabajo, presentando colecciones. Ahora mis padres cuando vienen me traen gin. Echo de menos Menorca, pero no tengo pensado regresar, he formado una familia aquí.