La artista repasó sus grandes éxitos. | Javier Coll

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Apoteosis. Eso es lo que vivieron las cerca de 500 personas que el miércoles asistieron al concierto que ofreció Rosana en el Teatre Principal de Maó. Desbordante de energía, la cantante canaria lo dio todo, no solo desde el escenario, donde se dejó la piel -y nunca mejor dicho pues actuó descalza- sino también desde lo alto de los palcos y por la platea, por donde se movió y cantó al final del concierto, entre un entusiasmado y entregado público que vibró desde el minuto uno.

Rosana ya cantó en el Principal en noviembre de 2012, y el miércoles volvía con muchas ganas. La cantautora solo dejó pasar unos pocos minutos sobre la hora prevista. A las 21.08 aparecía sobre el escenario con sus cuatro músicos (guitarra, bajo, teclados y batería), y lo hacía con uno de sus temas más sonados, «El Talismán». Con su guitarra negra de perfiles rosados, la canaria conquistó enseguida a un público que arrancó rápido con los coros. «Sois fantásticos», agradeció ella, antes de seguir con la segunda canción de la noche, «Todo es empezar».

El nuevo disco de Rosana, «8 lunas», se iba desgranando sobre el escenario, aunque incorporó también otras canciones, como «Con el sol en la maleta», que interpretó acompañada solo por el piano.

Mientras, Rosana demostraba una vez más su simpatía, y compartía anécdotas de su anterior concierto en Maó y de su larga trayectoria. «Que a gusto estoy descalza. Antes siempre cantaba descalza, hasta que pisé una chincheta en un concierto en una plaza de toros. Ya lo decía mi madre, que fuera con zapatos... Y les juro por Dios que fue casualidad que tocara cantar aquello de 'ay ay ay ay'», dijo entre las risas y la ovación del público. «Pero yo necesito tocar tierra y hoy y aquí me rebautizo», concluyó.

Con cada canción Rosana añadía más bailoteo entre el público. «Sin miedo», «Soñaré» o «Cambiar el mundo» dieron alas al público. Tanto, que le sirvió para afirmar que «no es cierto aquello de que en Menorca la gente es muy seria».

Rosana no quería irse, llevaba una hora sobre el escenario. Y pactó con gran humor los bises con el público. Y regresó, en formato acústico, con sus músicos y abriéndose a las peticiones de los 500. Y fue así como el concierto se alargó hasta las 23.30 horas, haciendo vibrar, literalmente, los palcos por los bailes. Se hizo corta la velada, por la simbiosis lograda musical, humorística y humanamente.


El teatro se viene abajo... pura locura

Fue uno de los momentos de la noche. Siempre lo dice Rosana, que se debe al público. Y se lo aplica. De repente desapareció del escenario, pero seguía cantando algunos de sus estribillos más sonados.

Todos la buscaban. «¿Dónde está?». Y apareció en lo alto del teatro, paseando entre el público, haciéndose fotos, abrazándose, siempre sonriente.

Pasó por palcos de cada piso, hasta llegar a la platea. El teatro se venía abajo. Fue la locura. Pura conjunción artista-público.