TW
5

Su historia podía haber sido fugaz, un romance de verano entre una alemana y un menorquín que se conocieron, allá por los años setenta, en Cala Rajada, en Mallorca. «Ella era la clásica nórdica, rubia, ojos azules», recuerda nuestro protagonista, y ahora, 42 años después, aún sonríe y se le ilumina el rostro cuando piensa en como empezó todo, en María, su mujer, el motivo de su emigración a Alemania, el país en el que han nacido sus tres hijos y su único nieto. Y al que llegó después de un largo viaje en tren, de 20 horas, entre Barcelona y Frankfurt.

Pronto cumplirá 40 años en Alemania, toda una vida. ¿Cómo se siente al echar la vista atrás?
— El motivo por el que me marché fue mi mujer, por amor, y nunca me lo he reprochado, fue un paso decisivo en mi vida. Mis hijos y mi nieto ya son alemanes, pero conservan sus raíces y vienen cada año, porque desde 1982 tenemos una casita en Cala Blanca.
Sobre Alemania he de decir que yo siempre he vivido en un país libre, fabuloso, puntero y progresista, al que tengo mucho que agradecer, sin tener que menospreciar a España, de la que salí en 1975.

¿Cómo fue aquel primer viaje?
— Bueno, ahora todo es más cosmopolita y parece más normal pero en aquella época resultaba exótico un menorquín en Alemania, en Fulda, donde está la primera catedral cristiana conocida del país. Había dudas de que saliera bien (se ríe). Aquel viaje fue en tren, desde Barcelona a Frankfurt, y tardé unas veinte horas en llegar. Y me llevaba el bombo, porque soy baterista, estuve muchos años tocando en grupos con mi hermano. Era el mes de agosto de 1975 y el 22 de noviembre de ese mismo año nos casamos, el mismo día de la proclamación como rey de Juan Carlos I.

¿Recuerda cómo se vivían esos acontecimientos, los primeros pasos de la España democrática, desde Alemania?
— Claro, lo recuerdo, como recuerdo las últimas ejecuciones del franquismo, la Transición, momentos clave como el 23-F... La tensión política en España era muy grande y se veía desde fuera con mucha preocupación, se decidía su futuro político en Europa y, afortunadamente el desenlace fue favorable; lo demás es ya historia.

Músico, de una pequeña isla, con la mili recién acabada y una novia alemana llega a Fulda, ¿qué se encontró?
— Fui muy bien recibido, porque el alemán es atento, cumplidor, educado e incluso más hospitalario que el español, aunque hay de todo en todas partes.
Habíamos intentado antes quedarnos en Menorca, ella había venido tres o cuatro veces en un año, haciendo vacaciones sin cobrar, era empleada de banca. Y fue cuando decidimos que sí, que la pareja existía. Se vino a Ciutadella mientras yo hacía la instrucción militar en Palma, pero finalmente decidimos instalarnos en Fulda.

Pero antes, en ese año decisivo, 1975, usted intentó seguir adelante con su objetivo de triunfar en la música...
— Sí, quería seguir con la música profesionalmente, y estuve intentándolo en Barcelona, pero sin éxito, no ocurrió nada que decidiera el futuro, y en agosto partí hacia Alemania. Tuve que aprender el idioma y un oficio, pero he seguido tocando, he viajado por toda Alemania con conjuntos. En Ciutadella fueron mis inicios, años sesenta y setenta, con el grupo Sa Murada, con el que actué en la Península durante un año. Rock, pop, blues y algo de música para turistas, porque si querías ganar dinero... El local que hizo historia en esa época era Sa Cova de ses Amfores. En Alemania estuve dos años en un grupo cuyo cantante imitaba a Elvis y cada fin de semana tocábamos en Frankfurt.

Noticias relacionadas

Sin embargo dio un giro profesional para ganarse la vida y abrió un laboratorio dental.
— Sí, seguí con la música pero aprendí el oficio de mecánico dentista, estudiando unos cuatro años de Formación Profesional. En Alemania estás obligado después del Bachillerato a ir a la universidad o aprender un oficio, estudiando y haciendo prácticas en empresas. También hice trabajos de traductor en juzgados y en la policía. Ahora soy autónomo, tengo un laboratorio dental con una empleada; hago dientes.

¿Siempre ha vivido en Fulda?
— Sí, en el año 1990 nos construímos una casa allí, que mi hijo mayor ahora ha ampliado porque se ha instalado arriba con su mujer. Nosotros vivimos abajo.

Fue testigo en la distancia de los cambios en España pero ¿qué me dice de la reunificación germana en 1989?
— El liberalismo fue decisivo en la parte occidental de Alemania. En el Este, la parte comunista, esa gente no tenía libertad de ninguna clase. Aparentaban ser un país que evolucionaba pero era una gran mentira. Creo que pasarán unas cuantas generaciones para que sea una unión sin diferencias, porque todavía se nota que son del Este. A pesar de que son solidarios. Por eso recalco que yo he vivido siempre en un país libre, abierto, tras los años del nazismo, por el que aún sienten vergüenza, a pesar de que muchos no existían, no habían nacido. Llevan una carga de culpa aunque no la tengan, frente a otros países.

Tampoco su canciller se ha ganado las simpatías en España, con sus políticas económicas en Europa, ¿no cree?
— Nosotros somos latinos, nos cuesta aceptar que una canciller alemana nos diga por dónde tenemos que pasar, pero si no se hace así, este país no levantará cabeza. El pueblo llano no tiene culpa de nada, pero en la política y los bancos ha habido mucho fraude, especulación... Eso ha hecho que España esté arruinada. De hecho hay más españoles que se quieren ir a Alemania.

¿Se nota esa afluencia de emigrantes con la crisis?
— Si. Mi hijo es profesor de castellano en Frankfurt y siempre me dice que oye cada vez más españoles allí. Es porque no tienen oportunidades, es una pena, porque se pierden titulados que se van y no pueden apoyar a su país.

¿Ellos son comprensivos?
— En general se habla bien de España, depende del nivel de la gente, muchos piensan que no pegamos golpe y encima nos dan ayudas. En parte tienen razón, trabajan más, ellos lo reglamentan todo, pero no son cabezas cuadradas como se suele decir en España. Los alemanes no son cuadrados, son ordenados.

¿Nunca sintió añoranza?
— Al principio sí, quería creer que era morriña pero no lo era. Era un sentimiento como de haber perdido mi identidad de español porque estaba en el extranjero. Pero el tiempo ha trabajado para mí, ya no me entra añoranza. Tengo unos hijos fantásticos y una mujer que fue lo mejor que me ha ocurrido en la vida, conocerla.