Jaime Mascaró junto con sus hijas Úrsula y Lina.

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Un empresario inagotable y cercano a los  trabajadores. Así es recordado Jaime Mascaró entre el personal de la fábrica de Ferreries, la que levantó en 1980 en el polígono industrial y en la que hoy en día trabajan más de 200 personas.

Sin ir más lejos, este mismo lunes Mascaró visitó por última vez la fábrica. A pesar que se jubiló en 2005, nunca se apartó de la empresa. Casi cada día realizaba una visita a la planta, incluso durante los últimos meses, ya enfermo. «Para él esto era su vida», recuerda Martí Florit, director financiero del Grupo Mascaró, que reúne bajo un mismo paraguas todas las empresas de la casa. Y aunque la dirección ya estaba delegada en otras personas, bajo la batuta de sus hijas Lina y Úrsula, y Julio de Olives como director gerente, quería conocer el devenir de la sociedad.

Anteriormente, Mascaró estaba al frente de todo. En los 80, «no dudaba en coger la maleta y viajar para contactar clientes, estar presente en ferias o comprar pieles en Italia, por ejemplo», explica Florit. Y quería conocerlo todo lo que pasaba en la empresa, «desde el estado de las cuentas, los modelos que fabricaba y también participaba en los diseños».

El empresario que levantó la primera nave en el polígono industrial de Ferreries era el más puntual a la hora de ir a trabajar. «A las 7 menos cinco de la mañana ya estaba esperando el autobús que puso a disposición de los trabajadores para ir desde Ferreries al polígono», señala el director financiero. Porque en 1980, «nos decían que estábamos locos al venir aquí. No había nada: ni luz, y que tuvo que costear la instalación de un trasformador eléctrico, ni las calles estaban asfaltadas».

Con los trajadores, tenía un contacto directo y cercano, como recuerda Mingo Febrer, el empleado más veterano de la planta, y que el año que viene se jubilará. «No era distante, sino sobre todo dialogante», señala, y destaca «su sencillez, era uno más de esta empresa». Febrer comenta que «toda su vida estaba aquí, en esta fábrica». Un empresario que, como añade, «siempre ha hecho mucho por Ferreries». Buena prueba de ello es que de los más de 200 empleados en la fábrica del polígono, unos 150 son del municipio. O incluso, a la hora de abrir una nueva tienda, también en el exterior contrata carpinteros de la localidad para  realizar su decoración. «A la hora de repartir las nóminas, afirmaba que esta era la mejor manera de generar riqueza en el pueblo», recuerda el director financiero.

La noticia de su fallecimiento ayer llenó de tristeza la fábrica. No por esperada, pero a pesar de ello, en la planta ayer no dejaron de trabajar. Solo pararon para guardar un minuto de silencio, que tuvo lugar al mediodía en el exterior del edificio. «Si le hubiésemos preguntado a él, seguro que hubiera dicho que el mejor homenaje que se le podría hacer es continuar trabajando», afirma Florit. Únicamente la producción se interrumpirá hoy, para que los empleados puedan asistir al funeral, que tendrá lugar en la iglesia de Santa Maria a las 13 horas.