Lorena Mezquida Cardona, con el icono parisino por excelencia de fondo, la Torre Eiffel

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Apenas unos meses le han resultado suficientes a Lorena Mezquida Cardona (Maó, 1990) para darse cuenta de que está viviendo la experiencia más enriquecedora de su vida. El día a día en la también conocida como Ciudad de la Luz (del amor para muchos otros) está repleto de nuevas aventuras para Lorena, una vivencia que la joven menorquina pretende prolongar más allá de su etapa como estudiante: «espero poder vivir en París unos años», confiesa.

¿Qué le lleva a abandonar Menorca para trasladarse a París?
— Finalizar y completar mis estudios en Dirección de Empresas, lo que aquí corresponde a estudios en Máster 1 en 'Economie et gestion' en la universidad de Paris Nord.

¿Se había planteado vivir en algún otro sitio, o ésa era su primera opción?
— Empecé a estudiar en Barcelona y posteriormente en Palma, pero seguía con ganas de conocer otro país y otra lengua. Y elegí París porque era la ciudad con la que siempre había soñado vivir, siempre había sido para mí la primera opción. Estoy muy contenta de poder estar aquí porque es una ciudad que me encanta. Espero tener suerte y poder quedarme aquí una temporada larga.

Lleva pocos meses viviendo en Francia, pero ¿cómo está siendo la experiencia hasta el momento?
— Llevo desde el pasado mes de septiembre y está siendo la experiencia más enriquecedora de mi vida; cada día conozco algo nuevo, gente nueva, nuevos rincones que visitar... Esta es la manera a través de la cual estoy descubriendo los lugares que más me gustan, hacen que quieras volver e interactuar con la gente. Al principio, las dos primeras semanas, mis compañeros inseparables eran Google Maps y Google Translator para poder orientarme. Me equivocaba de dirección en las líneas del metro, me perdía, no llegaba a la hora cuando quedaba con algún compañero, pero lo que más tiempo me robó fue el tema burocrático. Para tener el bono del metro, poder abrir una cuenta bancaria o tener el carnet de estudiante, requerí de muchos papeles, tiempo y aún más, mucha paciencia y espera.

Vive cerca de Le Marais, uno de los barrios más de moda en París según tengo entendido....
— Sí, concretamente entre Bastille y Le Marais, y este último es el que más me gusta; especialmente porque está repleto de galerías de arte, tiendas de ropa y de libros, cafés, museos y jardines secretos; y a la vez es muy cosmopolita y está de moda. El día de la semana que más me gusta es el domingo, las terrazas están abarrotadas y las tiendas abiertas. La gente te para para informarte de una nueva exposición o de un concierto en algún bar. Constantemente hay espacios y talleres para nuevos diseñadores de ropa, bisutería, joyas… Es un barrio que tiene mucha vida.

Me cuentan que los alquileres están por las nubes en la Ciudad de la Luz
— En general, todo aquí es caro, y los alquileres no son ninguna excepción. Además no es una tarea fácil encontrar dónde vivir. Estuve meses buscando un lugar, enviando correos electrónicos, llamando y preguntando a amigos y conocidos si sabían de alguien que alquilara una habitación o piso. Finalmente, mi amigo de Menorca Ivan Khanet me presentó a una amiga suya que veraneaba en la Isla y que llevaba viviendo en París más de 20 años. Ella me alquila desde entonces su chambre de bonne, que es donde vivo.

Y además, precios altos por espacios no muy grandes. ¿Qué es exactamente un chambre de bonne?
— Se trata de un pequeño ático, donde antiguamente vivía el personal doméstico de los burgueses. Tiene dos espacios, una habitación y un salón con cocina y un pequeño baño; los dos primeros con balcón. Tiene encanto y mucha luz.

¿Qué es lo que más le gusta de París?
— Dispongo de mucho tiempo libre, que dedico a pasear por las calles de la ciudad, quedar para tomar un café en alguna calle abarrotada, visitar la nueva exposición del Palais de Tokyo o nuevas galerías, ir a conciertos y mercados, descubrir nuevos rincones y jardines, y entrar en tiendas vintage. De noche, me gusta salir a bailar por Oberkampf, por el Barrio Latino, beber en el Canal St. Martin o ir a una auténtica fiesta en un piso de franceses. Estos últimos, son los más divertidos. La costumbre aquí es quedar sobre las ocho de la tarde en una maison y comer blinis con salmón y ostras, y beber vino hasta entrada la madrugada. Algo que me llama la atención es que a los franceses les encanta disfrazarse, siempre en estas fiestas acaban saliendo pelucas, sombreros y gafas.

¿Y su rincón favorito de la ciudad?
— El tiempo que hizo los primeros meses, al igual que en España, fue de mucho calor, y como estaba empezando a descubrir la ciudad, pasaba todo el día en la calle, visitando barrios, museos, arriba y abajo, por lo que siempre acababa buscando algún rincón fresco donde sentarme para recuperar fuerzas y seguir. Esos días descubrí los pasajes y jardines que más me han gustado. Mis preferidos son el jardín del Musée des Archives Nationales o el Jardin du Musée Carnavalet. Estos tienen, para mí, un encanto especial. Son pequeños y muy silenciosos, y la gente que los conoce se sienta en los bancos para leer el periódico o un libro.

¿Es una ciudad tan romántica como dicen?
— París tienen muchos símbolos e imágenes que te llevan a pensar que es así. Pensé que al igual que el lema «La ciudad de la luz» era puro marketing, también lo sería «París, la ciudad del amor». Pero a medida que pasa el tiempo, me doy cuenta de que la sensación de pasear por el Sena o ver cómo se ilumina la Torre Eiffel desde Trocadero, o ver a los pintores de las plazas de Montmartre tienen un no sé qué romántico. Aunque para mí lo más romántico es ver cómo se pone el sol y se encienden las luces de la ciudad desde una azotea. Un amigo, que vive al igual que yo en una chambre de bonne, tiene acceso al tejado, y ese ha sido el lugar de reunión de muchas tardes antes de que viniera el frío. ¡Un día subimos 20 personas! Siempre con música de fondo, hablando hasta ver ponerse el sol.

¿Y con los estudios cómo le va?
— Vine a través de un programa en el que supuestamente las clases iban a ser en inglés. Pero al llegar aquí no fue tal y como me habían informado, todas las materias iban a ser exclusivamente en francés. Los primeros días de clase no fueron para nada fáciles, empecé con un profesor americano que daba las clases en un francés imposible de entender para mí y otro profesor, senegalés, que hablaba rapidísimo, y este último era aún más complicado que el primero. Ahora, unos meses después ya he hecho algunos exámenes y sigo las clases, no al detalle, pero con ayuda de otros compañeros puedo completar mis apuntes y estudiar con normalidad.

¿Y el idioma?
— Empecé a estudiar francés el año pasado, sin ayuda, con aplicaciones para el móvil y viendo películas y series. Hice las prácticas de la carrera en una empresa menorquina en la que su mayoría de clientes potenciales eran franceses, y junto con la recomendación del consultor, quien me ayudaba en mis tareas, empecé a interesarme por el idioma. Además, el pasado verano trabajé en un punto de información turístico de Mahón, en el que pasaban algunos franceses, y fue con ellos con quienes empecé a practicar el idioma. Así, llegué a la ciudad con una base, y no fue tan difícil el poder comunicarme los primeros días.

¿Cómo es un día en la vida parisina de Lorena?
— Por las mañanas, si no llueve, salgo a correr o en bici; la ciudad es muy plana, por lo que mucha gente, sobre todo los jóvenes, se mueven en bicicleta. Después voy a la universidad y por las tardes suelo quedar con amigos para tomar café, visitar algún mercado o exposición nueva, o simplemente salir a pasear sin saber dónde vamos a acabar. Los mejores días son estos últimos, porque siempre son una aventura, puedes acabar disfrutando de un concierto en la Ópera Garnier, cruzarte con Karl Lagerfeld por la calle o terminar en una fiesta en un barco en medio del Sena…

¿Está en contacto con la comunidad española de París?
— Los primeros días me puse en contacto a través de Facebook con otros españoles para conocernos y sobre todo para poder hablar en tu idioma con soltura y normalidad. Pero en la medida en que iban transcurrido las semanas me fui alejando para introducirme mejor en el idioma. Aún así, he conocido a dos españoles más, compañeros de estudio, de fiesta, de aventuras y de viajes, a quienes considero ya buenos amigos, se trata de Martina, andaluza, y Nico, gallego.

Supongo que peticiones para visitarla no le faltarán...
— Vienen a visitarme amigos, y voy organizándome para que no coincidan, porque no tengo mucho espacio. Estoy encantada de que lo hagan, ya que soy la primera que lo ha hecho. Pienso que hay que aprovechar la oportunidad de poder visitar a una amigo y que éste te enseñe desde su punto de vista una nueva ciudad.

¿Qué planes de futuro tiene?
— je-ne-sais-pas. Poder aportar mis conocimientos, idiomas y experiencia a una empresa que te permita crecer y superarte a ti misma.

¿Qué es lo que más echa de menos de la Isla?
— A mis abuelas y a mis padres, que hace ya cinco meses que no veo. Mis hermanos han venido a pasar las navidades conmigo, y tengo previsto recibir más visitas de amigos en los próximos meses. Estoy acostumbrada a estar fuera, sobre todo los meses de invierno, aun así, lo que más echo de menos de Menorca es nuestro mar.