La laguna de lixiviados al fondo de la celda III, la primera en clausurarse.

TW
0

Javier Moreno, autor del fallido proyecto de ampliación del vertedero de Milà elaborado por Terratest, rechazó ayer que la excavación contemplada en la propuesta, superior a los 13 metros en una zona donde el nivel freático se encuentra a poco más de metro y medio, haya sido la causante de las graves deficiencias que han aflorado en la planta y mantienen clausurado temporalmente el vertido de basura en Menorca.

«Si algo ha hecho la excavación ha sido poner de manifiesto un problema preexistente, del que había ciertas sospechas pero que no fue corregido durante la ejecución de las obras, pese a que había evidencias de ello», asegura Moreno. Y se refiere a la necesaria captación de los lixiviados (líquidos tóxicos) procedentes del vertedero antiguo (Milà II), cuya recogida, «mediante una zanja de interceptación de escasa capacidad, ha resultado insuficiente» y han acabado formando corrientes subterráneas que desembocan en los torrentes próximos.

«Ese es el problema, no ya el nivel freático, pues el estudio geotécnico indicaba que el nivel de permeabilidad en esa zona es muy escaso. Lo que pasa es que, cuando llueve, se mezclan las aguas pluviales con los lixiviados de Milà II y la ampliación. Y, claro, la planta no está preparada para tratar tanto residuo».

Y eso que el proyecto de Terratest ya previno de que, al construirse la ampliación sobre el depósito existente, urgía «diseñar un nuevo sistema de recogida de los lixiviados. Los dos colectores -confluirán en un pozo de registro situado al pie del talud de Milà II, desde donde, aprovechando la línea de máxima pendiente, serán conducidos, por un colector, hasta la balsa de lixiviados» de la nueva depuradora.

Noticias relacionadas

Pero lo cierto es que, durante la ejecución, tuvo que instarse en dos ocasiones la mediación del proyectista. En ambos casos, por la aparición de lixiviados que estaban afectando a las obras. La primera fue en febrero de 2013, durante la excavación, y la segunda, en agosto, para decidir el sistema de impermeabilización alternativo al Trisoplast, que la constructora Antonio Gomila no pudo adquirir «por razones comerciales en la forma de pago».

El trisoplast, "lo de menos"

Entonces, Moreno pudo incidir en la sustitución de la capa de ocho centímetros de Trisoplast prevista al principio por otra, «más reforzada y segura», consistente en diez centímetros de Bes «y un subdrenaje, que propuse y no se acabó instalando por un problema económico. Pero poco pudimos hacer. Ni Terratest ni los técnicos de Medio Ambiente intervinieron en la ejecución de las obras».

Además, insiste, «el problema no es ya el producto, sino la necesaria clausura y sellado de Milà II, que debería haberse afrontado con anterioridad para evitar precisamente este problema. Seguro que ahora no sería tan grave. Pero, claro, recoger los lixiviados, aunque lo advertimos, no era el objeto de nuestro proyecto».