Un turista del crucero fotografía el Pont de Sant Roc | Gemma Andreu

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Son las 13.05 horas del mediodía y el «Neo Costa Riviera» acaba de atracar en el puerto de Maó procedente de Mónaco. La de la rada mahonesa es una de las ocho escalas para sus 900 pasajeros que conocerán brevemente Barcelona, Savona, Trapani, Malta, Salermo y Livorno. Estamos al inicio de temporada y el pasaje, en su mayoría, lo forman gentes de mediana o tercera edad, parejas procedentes de Rusia, Suiza, Alemania, Italia, Francia y algunos españoles. «Ahora sí, pero cuando avanza el verano la gente que toma este crucero es más joven», explica Roberta, integrante de la tripulación que despide a los pasajeros a pie de barco y afirma que esta es la última vez que hacen escala en Maó por decisión de la compañía.

Cinco autobuses aguardan alineados a los cruceristas que han comprado una excursión por la Isla en un domingo especialmente bochornoso por el sol de justicia que eleva la temperatura por encima de los 25 grados. El resto cruza al otro lado de la calle y toma las escaleras para alcanzar el centro de la ciudad. Tienen por delante seis horas y media para echar un vistazo y comprobar las explicaciones someras que les han ofrecido los guías del buque antes de tomar tierra.

No son turistas exigentes porque Maó, en domingo, es una ciudad ausente. La actividad comercial desaparece a pesar de las buenas intenciones emanadas del Consistorio porque las tiendas están cerradas.